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El abate Julio, en quien el autor retrató á cierto tío suyo clérigo, es hombre sencillo, indulgente, lleno de compasión hacia la humanidad y que olvida los latinajos de ritual junto al lecho de los moribundos; sus labios piadosos balbucean frases profanas, ingenuas, de un lirismo místico infinitamente dulce. «¡Pobre niña dice, que te vas al día siguiente de llegar!

Concluyo aquí, dejando á la consideracion de los benévolos lectores, lo que yo no puedo decir sin estender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto. ¡Sea el público indulgente con él! Y acepte esta humilde produccion, que le dedicamos como que es nuestro mejor y mas antiguo amigo. La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.

Eso dijo, no es de la competencia de usted, señor cura... sea indulgente... Magdalena es tan feliz... Feliz por una frasecilla sin estilo, sin citación... dijo despidiéndonos, , no lo comprendo... Lo creo, señor cura, que no lo comprende usted... Eso no es de su competencia, como dice la abuela... 12 de marzo.

Es una bicoca, hija manifestó la marquesa con aquel tono y aire de superioridad indulgente que sabía tomar cuando le convenía . Si salgo de mi conflicto, esa futesa por que usted se apura tanto, corre de mi cuenta. Así está el país como está, porque el capital no circula, porque todo el metálico está en las arcas, sin beneficio para nadie, ni para el que lo posee.

Tiene usted lo esencial, porque es usted bonita, joven y además nada tonta. DORA. ¿Y en qué nota usted que no soy tonta? JULIA. En la gestión que ha hecho. ¡Pocas jóvenes hubieran sido capaces de ello, señora Stowe! No le guardo rencor por esto; al contrario, me parece muy bien. Sin embargo, ¡pudiera usted haber dado con una profesora de pirograbado menos indulgente que yo...!

Por eso deseo que tengamos casi la misma edad, casi los mismos gustos, casi iguales defectos... Esto le hará indulgente con los míos, y, respecto a los suyos, todos se los perdono desde ahora con tal de que me quiera mucho y de que no ame a nadie más que a . Mi tía dice que eso no es posible. ¿Por qué no lo ha de ser? ¡Le amaré yo tanto! ¿Pero estás loca?

Y añadía, creyendo haber sido demasiado indulgente: «Además, esas aventuras... no deben tenerse en casa.... Pregunta a Mesía». Era su madre quien había iniciado al Marquesito en el culto que tributaba al Tenorio vetustense. La Marquesa, viendo incorregible a su hijo, tomó el partido de subir siempre al segundo piso tosiendo y hablando a gritos.

Ella que se burlaba con indulgente superioridad, al oírle hablar de canciones y de estrellas, influida por el positivismo de su raza, mostrábase sincera al mirar al hombre.

Como soy muy indulgente para con los otros, no es tan de censurar que lo sea también para conmigo misma. Por eso me dejo llevar de mis generosos afectos, harto poco en consonancia con una moral rígida, y de mi inclinación irresistible a lucir las prendas de que me dotó el cielo y a dar con ellas a los seres que me son caros ventura y deleite.

Ningún signo de hostilidad se veía en su cara ni en su ademán. Miraba a su mujer con seriedad, pero sin dureza, y cuando dio los primeros pasos para acercarse a la cama, su expresión era casi indulgente.