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Don Silvestre cumplió los veinticinco y entró en posesión libre de sus bienes.... Por cierto que, al entregarle su tutor las cuentas, de poco se arma otro pleito sobre no qué raspaduras hechas en los libros. Dueño de algunos cuartejos, hubiera podido satisfacer el antojo de libros que tuvo años atrás; pero, sobre habérsele dormido la afición á ellos, le era imposible dedicarse á la lectura.

Es usted un amable joven y si ella le volviese á ver, ¡sabe Dios lo que podría suceder á esta niña, de corazón tan sencillo y tan puro!... Pero, señorita, mi tutor tiene por una intensa afección y estoy seguro de que conseguiría vencer sus prevenciones.... ¿Usted lo cree? ¿Es usted un hombre honrado? ¿Y puede usted dudarlo?

Pero como tengo que quedarme aún algunas horas en París para escribir a mi amigo el conde de Mengis y dictar algunas disposiciones, si no hay nada más que hablar, hijos míos, separémonos ahora y a las cinco volveremos a reunimos para comer juntos como lo hacíamos antes, en otro tiempo mejor. Después, cada cual se marchará por su lado. Hasta la tarde, pues, querido tutor.

Se levantó el anciano, pero ambos jóvenes se abalanzaron hacia él, y al volver a caer en su sillón, agobiado por el pesar y hondamente conmovido, se encontró con que los dos estaban a su lado arrodillados. Abráceme usted, querido tutor exclamó Amaury. Deme usted su bendición, tío mío suplicó Antonia.

2 San Isidro Labrador de Madrid, de Lope de Vega Carpio. 3 El sitio de Breda, de D. Pedro Calderón. 4 Los empeños de un engaño, de D. Juan de Alarcón. 5 El mejor tutor es Dios, de Luis de Belmonte. 6 El palacio confuso, del Dr. Mira de Mescua. 7 Victoria por el amor, del alférez Jacinto Cordero. 8 La victoria de Norlingen, de D. Alonso del Castillo Solórzano.

El abuelo y el padre de Evangelina acrecieron la herencia; y la joven se halló huérfana a la edad de veinte años, bajo el amparo de un tutor y envidiada por su riqueza. Entre la modesta hija del conde de la Monclova y la opulenta limeña se estableció, en breve, la más cordial amistad.

Una última sacudida de su honradez indignada estuvo á punto de apoderarse de Mauricio ... Ya abría la boca para responder: "No necesito compensaciones y usted sería incapaz de amar á nadie, ni á su sobrina, como yo soy amado por mi tutor." Pero entró Herminia, rubia, sonrosada, fresca, sonriente; y todo quedó olvidado.

Mi tutor creía que en esa casa me hablarían mal de él y esto le contrariaba. ¡Como si todo cuanto pudieran decirme fuese á hacerme olvidar sus bondades! Aunque fuera un monstruo, no por eso habría dejado de ser mi segundo padre. Por la noche, la soledad de la casa y el silencio del campo le fastidiaron y se fué á París.

746 Ese jué el hombre que estuvo encargao de mi destino; siempre anduvo en mal camino, y todo aquel vecindario decía que era un perdulario, insufrible de dañino. 747 Cuando el juez me lo nombró, al dármelo de tutor, me dijo que era un señor el que me debía cuidar, enseñarme a trabajar y darme la educación.

Mi padre era comerciante; se retiró de los negocios con una renta de cuatro mil duros. Tenía un amigo de alguna más edad que él y muchísimo más rico, don Ulpiano García Pignorado, el banquero de quien habrá Vd. oído hablar. Papá le nombró, al morir, tutor mío; yo tenía entonces quince años.