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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Miguel sospechó que no tenía ganas de ser su tutor: lejos de disgustarle esta sospecha, le causó verdadera alegría y se propuso verificarla pronto, y aun poner todos los medios por convertirla en realidad. Una mañana salió de su casa en dirección a la de su tío, dispuesto a tener con él una conferencia y resolver de una vez el problema de la gestión de sus intereses.

Mauricio quedó solo, sumergido en dolorosas reflexiones. Veía sombrío el porvenir; pensó por primera vez que acaso su tutor no había exagerado las malas acciones de que le había hecho víctima Clementina, y no estuvo lejos de creer que la tía de Herminia fuese un monstruo.

En todo caso castigaba seguramente al soltero y al tutor que tardaba en casar a su pupila. Ya ves, Magdalena dijo la abuela sonriendo, qué culpable eres conmigo. Si fuese griega, hubiera sido castigada por las leyes sin que tu estado de soltería me sea imputable.

Escuchando á la señorita Guichard, Mauricio pensaba: "¿Será posible que mi tutor se haya mostrado tan duro con esta pobre mujer? ¡Cómo! ¿tiernamente amado, la abandonó? ¡Quién pensara, al verle ahora con su cara rubicunda y sus cabellos blancos, que en otro tiempo había hecho desgraciadas! No era muy seductora su prima Clementina ... pero, después de todo, la palabra es palabra.

La mujer necesita un apoyo para sostenerla... , vamos, una especie de tutor. Un protector para representarla... Como un paraguas... No digas tonterías, hija mía, hablo en serio. La mujer necesita hijos y familia; es preciso que su sensibilidad se emplee en los seres a quienes ha dado la luz. Esta es la sola dicha de la mujer y su única dignidad. ¿Crees, abuela? articulé pensativa.

Pero, querido tutor repuso Amaury, sin poder reprimir una ligera, sonrisa, habré de hacerle observar que todos esos conocimientos superfluos que usted me critica los debo a su cuidado casi paternal. Usted me ha dicho siempre que la esgrima y la equitación, unidas al conocimiento de algunos idiomas extranjeros, vienen a completar la educación de un noble en nuestra época.

La señorita Guichard, encerrada en su cuarto, había analizado friamente la situación creada por la aparición del hijo adoptivo de Roussel en su vida, y no había podido menos de pensar que esa situación podía ser fecunda en ventajas, siempre que ella supiese aprovecharla en todo lo posible. Lo menos que podía obtener era sembrar la discordia y alterar las relaciones del pupilo y del tutor.

Entre mis buenos amigos, tampoco dejará de haber alguno que a instancias mías pueda servirte de tutor y de guía, reemplazándome a cuando yo muera. ¿Querrás estar bajo la tutela del conde de Mengis y su esposa, él tan bueno y tan afectuoso como un padre, y ella tan digna y tan cariñosa mujer que para ti casi sería una madre?

No los previó y te dejó a obscuras. Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 duros de renta?

Lo peor que tiene es aquel aire tan hombruno; ... eso será lo que habrá alejado á mi tutor. Y, ¡diablo! ¡él era un buen mozo cuando joven, á juzgar por sus retratos, y el rompimiento debió ser penoso para la tierna Clementina, que le quería!... ¡Oh!, de veras.

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