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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Servíales de acompañante una hermana del tutor de Susana, llamada doña Gregoria, señora entrada en años, pero tan amiga de divertirse, que nunca ponía obstáculo ni entorpecimiento a cuanto las muchachas fraguaban para lucir y brillar.
Con plata abundante todo se soluciona y nadie vive descontento... Yo tendré mucha plata, porque, como es natural, debo recompensarme á mí mismo por mis trabajos de tutor. Pienso también ganar mucho en los negocios.
¡Cómo! ¿qué es lo que dices? exclamó Amaury, con la estupefacción pintada en el semblante. Digo respondió Felipe sin abandonar su aire solemne, que suplico a mi amigo y hermano Amaury, recordándole sus compromisos, que pida para mí la mano de... ¿De Magdalena? Si. ¿De Magdalena de Avrigny? Sí; de la hija de tu tutor. Pero ¿no estabas enamorado de Antoñita? ¿Yo? ¡Ca, hombre!
Pero debes reconocer que esas cosas no sirven de gusto a nadie, y como tú, queriendo resarcirme en cierto modo de la amarga impresión que dejó en mi ánimo la desdichada aventura te opusiste a presentarme a tu tutor y contrajiste solemne compromiso de hacerme en adelante cuantos favores pudieses, he creído conveniente recordarte tu crimen para recordarte tu promesa, ya que hoy necesito que me ayudes.
Tomó de nuevo el camino del bosque, con la cabeza baja y al llegar á la plazoleta, arrojó un grito ahogado y palideció: su tutor estaba delante de él. El anciano estaba grave y un poco pálido, pero su fisonomía y su actitud no acusaban enfado alguno. Viendo á Mauricio perplejo, se adelantó sin hablar, le cogió afectuosamente el brazo y marchó á su lado en dirección á Montretout.
Para sentir tal afición a las costumbres de la infancia no valía la pena de haber abandonado las muñecas y juguetes. A aquel de los dos que no alcance a comprender que el tiempo transforma los deberes y conveniencias sociales, yo cuidaré de hacérselo bien presente. Permítame usted, querido tutor repuso Amaury, que le tache de ser demasiado severo con nosotros.
Iba á abrir la boca para pedir el telegrama, cuando vió al empleado desaparecer con él en el cuarto donde estaban los aparatos de transmisión. Desistió ante las explicaciones que tendría que dar; suspiró y salió pensando: "¡Sea lo que Dios quiera! Después de todo, puede que Mauricio sea más razonable á los veintiocho años que su tutor á los sesenta."
El otro tutor de su infancia, el vigoroso Tritón, permanecía insensible al paso de los años. Ferragut le encontró varias veces, al llegar á Barcelona, instalado en su casa, en sorda hostilidad con doña Cristina, dedicando á Cinta y á su hijo una parte del cariño que antes era sólo para Ulises. Deseaba que el pequeño Esteban conociese la casa de los bisabuelos.
Yo conocía aquella letra: era la de un joven a quien había visto muchas veces en casa de mi amigo, por ser éste tutor del tal mancebo. Los dos manuscritos, que sueltos resultaban incomprensibles, completábanse mutuamente constituyendo una historia que me pareció muy... ¿cómo diré?... muy humana.
Á la llamada de su tía, se acercó llena de emoción y por eso mismo más encantadora ... Y Mauricio, perdiendo en su presencia la poca resolución que le quedaba, olvidó las órdenes de su tutor y entró en aquella casa de la que hubiera debido huir. Al día siguiente, Mauricio tuvo ocasión de acabar el cuadro y el boceto, porque tenía en el pensamiento, clara y precisa, la deliciosa cara de Herminia.
Palabra del Dia
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