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Actualizado: 4 de julio de 2025
Necesitaba que las personas le gustasen ó le disgustasen para fijarse en ellas, y con gran dificultad acertaba la gente á gustarle, y mucho menos á disgustarle. Así es que, mostrándose muy urbano con todos, apenas reparó en ninguno. Al toque de oraciones sirvieron el refresco.
¡Qué insensato soy! exclamó. ¿Para qué admitir esta posibilidad, puesto que María Teresa no la aceptará nunca? ¿Acaso tengo la pretensión de ser el hombre de mundo, que ella desea para marido? ¡Si hasta me siento molesto entre esos inútiles elegantes que ella trata como íntimos!... ¿No soy completamente distinto de los que a ella le gustan? ¡Ah, sí! lo sé muy bien: al lado de toda esa gente yo no represento más que un contramaestre endomingado. ¡Cómo debo disgustarle, Dios mío! ¡Quién me habría dicho un día que yo aspiraría ardientemente a parecerme a esos hombres frívolos que la rodean!
El implacable Bedoya, asiduo tertulio de la Marquesa, compadecía a Vegallana y hasta le despreciaba; pero por no disgustarle, no había querido darle pruebas inequívocas de una triste verdad, a saber: que sus muebles Enrique II del salón de antigüedades, eran menos viejos que el mismo Marqués.
Transcurrieron algunos días. El enojo de D. Jaime por el desaire recibido fue creciendo. En su interior no daba toda la culpa a Rosa; hacia partícipe a su hermano por haber tolerado el galanteo de Andrés una porción de meses con señales de no disgustarle. Después, pensaba que Tomás no había hecho lo bastante por complacerle, no había obrado con suficiente energía para rendir a Rosa a recibirle por esposo. Porque si bien era verdad que la castigaba, y a veces cruelmente, estos castigos quedaban desvirtuados por el efecto de consentirla pasar tardes enteras con su amante en el molino; y aunque últimamente habían cesado estas visitas, todavía no usaba con ella de la debida vigilancia, porque en todas partes y a todas horas se veían y se hablaban, de lo cual era testigo el pueblo.
El diablo, bajo el nombre de Mefistofeles, viene y le promete ponerle en posesion de todos los goces de la tierra, pero al mismo tiempo sabe disgustarle de todos ellos; porque la verdadera maldad seca el alma de tal manera, que concluye por inspirar una indiferencia profunda por los placeres igualmente que por las virtudes.
Dió golpe á Zadig esta palabra; puesto que á fuer de buen físico que no creía que fuesen los loros profetas, se sosegó luego, y empezó á servir su cargo lo mejor que supo. Hizo que á todo el mundo alcanzara el sagrado poder de las leyes, y que á ninguno abrumara el peso de su dignidad. No impidió la libertad de votos en el divan, y cada visir podia, sin disgustarle, exponer su dictámen.
En misa. ¿En misa? repitió Pepe, sorprendido, pero sin mostrar enfado. Sí, como está aquí Tirso, ¿comprendes? será por no disgustarle. Eso debe de ser. No añadió una palabra, mas no le pasó inadvertida la novedad. La madre había ido a misa. ¿Sería realmente sólo por deferencia a su hijo, o habría habido por parte de éste alguna instigación?
Miguel sospechó que no tenía ganas de ser su tutor: lejos de disgustarle esta sospecha, le causó verdadera alegría y se propuso verificarla pronto, y aun poner todos los medios por convertirla en realidad. Una mañana salió de su casa en dirección a la de su tío, dispuesto a tener con él una conferencia y resolver de una vez el problema de la gestión de sus intereses.
Palabra del Dia
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