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Leonora comenzó a oír aplausos, a repetir romanzas ante un público endomingado, de propietarios rurales y señoras cargadas de sortijas y cadenas falsas, y sonrió por primera vez como mujer, al recibir ramos y sonetos de los tenientes de las pequeñas guarniciones.

Entre los de a pie, que continuamente se desvían de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de retorno, marchan confundidos el gatera que con mil trabajos, ninguno limpio, reunió el precio del tendido, el hortera endomingado, el estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo del rey neto.

El ayuda de cámara iba vestido de negro completamente, con zapatillas de orillo; el jardinero parecía un aldeano endomingado; el cochero llevaba chaqueta de tricot y sombrero galoneado; el portero un tahalí de oro y zuecos. Aquí y acullá se distinguía a lo largo de las paredes, una fusta, una almohaza, un encerador, escobas, plumeros y algo más cuyo nombre ignoro.

¡Qué insensato soy! exclamó. ¿Para qué admitir esta posibilidad, puesto que María Teresa no la aceptará nunca? ¿Acaso tengo la pretensión de ser el hombre de mundo, que ella desea para marido? ¡Si hasta me siento molesto entre esos inútiles elegantes que ella trata como íntimos!... ¿No soy completamente distinto de los que a ella le gustan? ¡Ah, ! lo muy bien: al lado de toda esa gente yo no represento más que un contramaestre endomingado. ¡Cómo debo disgustarle, Dios mío! ¡Quién me habría dicho un día que yo aspiraría ardientemente a parecerme a esos hombres frívolos que la rodean!

Es gentleman desde su peinado hasta la forma de sus zapatos, y, al mismo tiempo, tiene una distinción, una desenvoltura... ¡Dios nos preserve del señor vulgar, del maniquí siempre endomingado o de la cabeza de peluquería! ¡Prefiero una cabeza de turco! ¡Adelante con las comparaciones!... ¡Pero, estaría yo fresca si tomase tus ocurrencias a lo serio!

Formaban una original pareja el hortera endomingado y aquella muchacha, que por estar cerca su casa iba de trapillo, sin perder por esto el aire de distinción adquirido en la niñez y llevando su cesta con la desenvoltura de una colegiala que comete una travesura.

Al día siguiente, al amanecer, Hullin, muy endomingado con su pantalón de recio paño azul, amplia chaqueta de terciopelo obscuro, chaleco rojo con botones dorados, y cubriendo la cabeza con un ancho sombrero de campo, sujeto por delante, sobre la cara bermeja, con una escarapela, se puso en camino para Falsburg, empuñando un grueso palo de serbal.

Iba viviendo gracias a sus corretajes en el mercado de la plaza de la Cebada: viviendo nada más. Gallardo miró compasivamente su triste pelaje de pobre endomingado. Usté querrá ver la corría, ¿eh, compare?... Suba a mi cuarto y que le Garabato una entrada... ¡Adiós, güen mozo!... Pa que os compréis una cosilla.