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Actualizado: 18 de junio de 2025


Entre los de a pie, que continuamente se desvían de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de retorno, marchan confundidos el gatera que con mil trabajos, ninguno limpio, reunió el precio del tendido, el hortera endomingado, el estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo del rey neto.

Triste cosa es que, al llegar casi á su término el siglo XIX, llamado de las luces, la humanidad haya adelantado tan poco, moral y políticamente, que, en el mismo centro de su más alta civilización, todos los hombres capaces de empuñar las armas anden cargados con ellas, haciendo el ejercicio, reuniendo con grandes gastos los más eficaces medios de destrucción, aprendiendo á matar y perdiendo en maniobras, revistas y paradas el tiempo que pudieran emplear en divertirse ó en producir cosas útiles y agradables, y teniéndose de continuo unos á otros en jaque y alerta; pero esto no tiene remedio y no hay para qué censurarlo.

Todavía se debe presumir que el que busca materialmente su medro personal busca también el aplauso, la gloria, y se siente movido por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible con el bien singular suyo; pero del perezoso, del frío de corazón, del descreído, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya le tiene, no interviene en nada, y no sabe más que censurarlo todo, y señala mil males y no pone remedio a uno solo, de éste, digo, no hay alma, por generosa y benévola que sea, que se preste a suponer nada bueno.

»¡Si nos amamos, Olga le grito, y si nuestra querida muerta aprueba este amor, yo quisiera ver si alguien podría censurarlo! Alégrate, pues, querida niña, recupera tu valor. »Pero ella no tenía alegría ni valor.

Mal librado saldría el viajero que se atreviese á poner en duda el hecho, ó á censurarlo bajo el punto de vista moral. Media hora despues, pasando por en medio de arboledas graciosas, llegamos al pueblecito de Immenssée, sobre la ribera izquierda del lago de Zug, en cuyo puerto hubimos de esperar algunas horas el vapor que debia conducirnos á Zug.

Como observamos en ellas, por una parte, un lujo oriental y una exuberancia de imaginación extraordinaria, juntamente con la reflexión y la vida activa é inquieta del pensamiento del Occidente, capacidad franca para señalar los fenómenos de la realidad más vulgar con una inclinación decidida á lo suprasensible y puramente espiritual, conocimiento general de las relaciones sociales y profundidad para penetrar en el laberinto del corazón humano, la fe ardiente del catolicismo de aquella época con la dulzura de la devoción verdaderamente cristiana, la pompa brillante de la magnificencia terrenal al lado del ascetismo y del desprecio del mundo, participación en los intereses más insignificantes de la vida con aspiraciones á la verdad divina: así también, por otra parte, notamos sofismas y sutileza dialéctica, mezclada con el lenguaje sencillo y sin afeites de la naturaleza; indulgencia con las aficiones momentáneas de la época, juntamente con una inspiración, original en sumo grado, y que sabe trazarse su propio camino; simpatía hacia las ideas y opiniones de una clase determinada de la sociedad, con el pensamiento poético más vasto y comprensivo; así también, al considerar todo esto fundido y asimilado, hasta constituir un todo orgánico, no es posible censurarlo á sangre fría, ni depurarlo de éste ó de aquel defecto, que lo deslustra, sin desordenar y destruir su conjunto.

Palabra del Dia

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