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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Iba viviendo gracias a sus corretajes en el mercado de la plaza de la Cebada: viviendo nada más. Gallardo miró compasivamente su triste pelaje de pobre endomingado. Usté querrá ver la corría, ¿eh, compare?... Suba a mi cuarto y que le dé Garabato una entrada... ¡Adiós, güen mozo!... Pa que os compréis una cosilla.
Trecientos piden por él. Si te compro, serás bueno? Aunque vos no me compreis, Seré bueno. Serlo heis? Ya lo soi, sin ser ageno. Por este doi ciento y treinta. Vuestro es, venga el dinero. En casa daroslos quiero. El corazon me revienta! Comprad, compañero, esotro. Ven, niño, vente á holgar. Señor, no he de dexar Mi madre por ir con otro. Ve, hijo, que ya no eres Sino del que te ha comprado.
»Sucedió, pues, que se pasaron muchos días que, sin decir Lotario palabra a Camila, respondía a Anselmo que la hablaba y jamás podía sacar della una pequeña muestra de venir en ninguna cosa que mala fuese, ni aun dar una señal de sombra de esperanza; antes, decía que le amenazaba que si de aquel mal pensamiento no se quitaba, que lo había de decir a su esposo. »-Bien está -dijo Anselmo-. Hasta aquí ha resistido Camila a las palabras; es menester ver cómo resiste a las obras: yo os daré mañana dos mil escudos de oro para que se los ofrezcáis, y aun se los deis, y otros tantos para que compréis joyas con que cebarla; que las mujeres suelen ser aficionadas, y más si son hermosas, por más castas que sean, a esto de traerse bien y andar galanas; y si ella resiste a esta tentación, yo quedaré satisfecho y no os daré más pesadumbre.
Palabra del Dia
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