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Pues esto deseaba él para los enemigos de la vida, para los que maldecían como pecados las más gratas dulzuras de la existencia; para los que adoraban la castidad antipática de la virgen sobre la soberana fecundidad de la madre; y ensalzaban la pereza contemplativa, considerando el trabajo como un castigo; y hacían la apología de la vagancia y la miseria convirtiéndolas en el estado perfecto; y tenían el hambre como signo de santidad y apartaban á las gentes de las felicidades positivas de la tierra, haciéndolas dirigir las miradas á un cielo mentido; y anatematizaban el amor carnal como obra del demonio.

Yo, que no soy malo, pido un puesto, siquiera sea el último, en ese festín de regocijos y felicidades.... Pero me ocurre preguntar: «¿Cerrará usted la puerta a los amigos después de su casamiento?». D. Benigno no contestó nada, porque la afirmativa le pareció ridícula y la negación aventurada, bastante contraria, si se ha de decir verdad, a sus propósitos.

Es continuó la santa con una amabilidad forzada que la hacía más lúgubre, es que yo he pensado que no puede existir perfección mayor que la que ofrece la vida doméstica con todos los deberes, todos los goces, todos los dolores que en lleva la familia. ¡Ay!, meditando sobre esto he comprendido la esterilidad de mis rosarios, de mis rezos. ¿Qué estado puede igualarse por su dignidad y nobleza al estado de la esposa, de cuya solicitud penden tantas felicidades, la vida de tantos seres?

Me afirmó que usted entendería el recado inmediatamente. Miguel hizo un gesto de aprobación; que lo entendía... ¡Sabio amable! En aquel momento le deseaba cuantas felicidades puede gozar un hombre. De no conocer sus escrúpulos y su altivez, hubiese pedido á don Marcos todo el dinero que había en la casa para entregárselo á manos llenas.

; algo tenía del otro... la frente pesada, los cabellos lacios, la nariz picuda y la barba saliente, que, andando los años, se inclinarían buscándose, para darle cierto perfil de bruja... ¡Excelente y glorioso Ricardo! ¡Por dónde había venido a proporcionarle una de las mayores felicidades de su vida!... ¡Qué hembra tan original aquélla!

Mi querida abuela cuidó de mi infancia y, a pesar de su tristeza y de su dolor, de ella me vinieron todas las alegrías y todas las felicidades de niña. Mi vida entera cabe en esta palabra: la abuela.

Se ven en el mundo cosas muy extrañas añadió Pablo y la misericordia de Dios tiene así... ciertos exabruptos, lo mismo que su cólera. Vienen de improviso, después de largos tormentos y castigos, lo mismo que aparece la ira después de felicidades que parecían seguras y eternas, ¿no te parece? , lo que esperas será dijo la Nela con aplomo. ¿Por qué lo sabes? Me lo dice mi corazón.

Los recién llegados, después de saludar a la mamá, deseándola felicidades y ensartando los lugares comunes propios del caso, sentáronse cerca de las dos niñas, que se mostraban complacidas y ruborosas.

A pesar de las ideas que oigo emitir a mi alrededor, coloco la estancia en nuestro antiguo pueblo por encima de toda otra estancia y la dichosa posesión de nuestra casa de familia superior a todas las felicidades. No es muy grande nuestra sencilla casa.

Y en este tiempo la multitud envidiosa poblaba mi palacio, comentando las felicidades inaccesibles que en él debían habitar. En fin, reconociendo que la conciencia se agitaba dentro de como una serpiente irritada, decidí implorar el auxilio de aquel que dicen es superior a la Conciencia porque dispone de la Gracia.