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Repetimos que desconfiamos de nuestro juicio; pero este pensamiento fundamental de las dos obras de Lope y de Tirso, distingue á ambas esencial, profunda y preferentemente de todas las imitaciones, que se han hecho después, haciéndolas también superiores á todas ellas.

Bien limpias y cortadas a trozos se ponen en agua hirviendo, procurando meter muy pocas de una vez para que no cese de hervir; para que no sean amargas se tiene preparada otra agua hirviendo, se le cambia y entonces se sazona de sal; cuando están cocidas se quita toda el agua y se fríen en la sartén unos trocitos de jamón y chorizo, que se echan a la verdura; en aquella grasa se fríe cebolla, se echa una cucharada de harina, se fríe, y cuando se tuesta se vierte sobre las alcachofas, haciéndolas rehogar un rato.

La vieja, no encontrando a mano otro remedio, la daba de beber y el agua caía en el estómago ruidosamente, como en el fondo de una vasija: chocaba en las paredes del esófago paralizado, haciéndolas sonar como si fuesen de pergamino.

El día avanzaba poniendo tintes amarillentos en las aristas de las cosas haciéndolas surgir de entre la brumosidad ambiente y uno de los detalles de aquel cuadro campestre que más llamó la atención de Lorenzo, fue un perrazo bayo que se alzó de pronto sobre sus cuatro patas rígidas, levantó la cola, recta como una espada, arqueó graciosamente su cuerpo y lanzó un gran bostezo para echarse de nuevo lamiéndose los labios como si lo paladeara...

Mis dos niñas viven aquí gozosas sin apetecer bailes, ni paseos, ni teatros. No soy yo enemiga tampoco de que se diviertan, ni crea usted que estoy siempre con el rosario en la mano, haciéndolas rezar y aburriéndolas con un excesivo manoseo de las cosas santas, no. También aquí se habla de cosas mundanas, siempre con el debido comedimiento.

Al subir al carruaje ambas damas, apareció el tío Frasquito presuroso, muy lozano, pulcro y resplandeciente, haciéndolas señas de que le aguardasen. Subió con ellas al coche, sacó del bolsillo una curiosa cajita de cartón y púsola sobre sus rodillas.

Contemplamos como testigos la lucha secular entre la cruz y la media luna; oimos los gritos de guerra y el estrépito de las armas, y entre ellos, cantos llenos de melodías y quejas amorosas, hasta que, al fin, el sonido de la campana se sobrepone al fragor de las batallas, y el pueblo victorioso planta el símbolo de la fe en las mezquitas del Profeta, pero asimilándose todas las bellezas que encuentra entre los vencidos, y haciéndolas florecer luego con más pompa y con mayor brío.

Creyó en Mitre y peleó por él... Pero la carne ya no se abandonaba en la Pampa como una cosa sin precio, y en vez de fabricar odas se dedicó a cercar con alambre leguas y leguas de tierra, haciéndolas suyas, y a poner la marca propia en los ganados sin dueño... Cierto. Y por esto mendigan el contacto de los que están más arriba con una tenacidad a prueba de humillación.

Otros encapuchados ostentaban en las manos largas trompetas adornadas con paños verdes de flecos de oro. Llevábanse las boquillas de los instrumentos a un agujero de sus antifaces, y un trompeteo desgarrador, un toque de suplicio, cortaba el silencio. Pero este rugido espeluznante no despertaba eco alguno en las almas haciéndolas pensar en la muerte.

Cerró la puerta, pasó al saloncito que estaba antes de su dormitorio y, volviéndose hacia el barón y mirándole: Y bien, ¿qué es lo que hay? dijo. Lo que hay, es que mataré a tu amante mañana por la mañana, eso es lo que hay. Ella juntó sus manos haciéndolas chocar con estrépito, y continuó mirándole, con los labios entreabiertos como excitando.