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Desvanecida por el terror..... ¡El terror! ¡y el infame á quien debiste la vida, y al que ni áun viste, cobró su precio en mi honor! ¡Oh padre! ¡no te comprendo! relevando la cabeza dijo Leila con fiereza. ¡Que no me entiendes! ¡Mintiendo tu torpe maldad aumentas! el xeque exclamó con furia. ¡Estoy leyendo la injuria en estas manos sangrientas!

Al fin ya de todo punto loco Jucef é insensato hizo venir de Marruecos, en fuertes jaulas cerrados, seis viejos leones rojos para en la vega soltarlos, y probar si en la árdua caza algun galan abrasado por los encantos de Leila lograba al fin el milagro de hacerse amar de la hermosa por gentil y por bizarro, que aquel que embiste á leones por lograr un fin ansiado, para no amarle es forzoso tener corazon de mármol.

Al golpe rudo, inesperado, violento, anulado el sentimiento, insensible, inerte, mudo quedóse, y luégo, sañudo, vuelto en , con la voz fiera, ¡Venganza gritó aunque muera en mi venganza mi amor! ¡Ay madre de mi dolor! ¡jamas á mi Leila viera!

Por pudorosa y honesta la llaman Leila la Horra, y tambien Leila la Hijara porque su pecho es de roca: y ella, el amor ignorando, de su adolescencia goza, como el naciente capullo que áun no desplegó sus hojas. Pero llegó muy presto su edad florida, pasó su adolescencia dulce y tranquila, y los insomnios encendieron en fiebre sus bellos ojos.

respondió Leila turbada y presintiendo la ira de su padre, á la mentira por primera vez llevada; que aunque sencillas alienten la pureza y el candor, para defender su amor las mujeres, todas mienten. ¡No lo sabes! ¡Mas Dios santo! Jucef con fiera sorpresa añadió ¿qué sangre es esa en tu seno y en tu manto?

Y á su Leila recordando, sintiendo que la perdia á Jucef exterminando, con el alma en agonía siguió la cuesta bajando.

Escucha, Jarifa mía: Llegó a Cartama Celindo Con tu carta, cuando estaba El sol inclinado al Sur, Pardo y triste, y no sin causa. Leíla, beséla, y dile Albricias de mi esperanza, Que se perdió en el ausencia Después de llena de canas. Vestíme, hermosa señora, Colores, plumas y galas; Que un alegre pensamiento Con todas tres se declara.

Es Ataide que en vano al asesino de su madre ha buscado en la pelea; Ataide, á quien dolor de las entrañas y el recuerdo tristísimo de Leila y de su suerte el torcedor cuidado en horrendo afanar le desesperan; es que la muerte, como bien supremo, por todas partes busca y no la encuentra.

En Bib-Arrambla hubo justas, cañas, sortijas y bravos toros de Ronda, en que, audaces, sus rejoncillos quebraron caballeros de gran prez, que ambicionaban el tálamo de la incomparable Leila; y aunque el mismo Rey, lanzado á la arena y vencedor en su triunfo confiando, del airon de grana y oro, con gran peligro arrancado de la cerviz de una fiera, á sus piés la hizo regalo, al agradecerlo ella lo dijo con tal desmayo, que harto claro se entiende lo inútil del agasajo.

Pero no borró el mar de igual manera en Jucef el recuerdo, que no hay onda que lave la conciencia y que se lleve lo que al hinchado corazon sofoca, lo que en el alma perdurable grita, lo que eterno ante Dios sangriento llora. Y por eso Jucef del mirab santo la blanca piedra con la frente choca, y ruega á Allah con llanto de agonía perdone, al ménos á su Leila hermosa.