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Súpose que en la mañana siguiente a la noche del crimen fue preso Damián, el ayuda de cámara de la víctima, y llamado a declarar aquella misma tarde un don Francisco Javier Pérez Cueto, fabricante de almidón en uno de los arrabales de la corte... Desde entonces, ningún signo exterior dio a conocer que las investigaciones judiciales adelantasen un solo paso, y comenzóse a murmurar, con cierta estupefacción temerosa, que andaba en todo aquello la mano de los masones; que los asesinos de Sabadell quedarían desconocidos e impunes como los de su amigo el general Prim, y que el crimen de Recoletos sería siempre un arcano misterioso, como lo fue el de la calle del Turco.

En cuanto naciese el hijo». Más hubo. Reyes se hizo supersticioso a su manera; y si bien desechó por absurda, aunque simpática y bella, la idea de hacer una promesa a la Virgen del Cueto, imagen milagrosa de las cercanías, decidió sacrificar al buen éxito del parto todos sus vicios, todos sus pecados. «La estricta moralidad, pensó, será para , como si dijéramos, Nuestra Señora del Buen Parto». Hizo examen de conciencia, y no encontró más pecado gordo que el de las cartas adúlteras.

Horas y horas, hasta el crepúsculo, pasaba soñando despierto, en una cumbre, oyendo las esquilas del ganado esparcido por el cueto ¿y qué soñaba? que allá, allá abajo, en el ancho mundo, muy lejos, había una ciudad inmensa, como cien veces el lugar de Tarsa, y más; aquella ciudad se llamaba Vetusta, era mucho mayor que San Gil de la Llana, la cabeza del partido, que él tampoco había visto.

Otro de los comensales era un señor de patillas blancas, rostro atezado y expresivo, que me dijeron era alcalde de uno de los pueblos de la provincia, no recuerdo cuál: se llamaba Cueto. Otro un jovencito rubio, estudiante de Derecho. Otro, por fin, un catalán de rostro anguloso y escuálido, ojos saltones y bigotes largos y caídos como un chino, a quien llamaban Llagostera.

Byron, basado en su prodigiosa semejanza con el lord poeta... Media hora larga debía de emplear Damián en ir y volver de casa de Pérez Cueto, y púsose Jacobo mientras tanto a formar en un papelito con las cartas de Garibaldi delante, una especie de croquis de las mentiras y enredos con que había de probar su inocencia al . Neptuno.

Cueto manifestó que él se pasaba todos los estilos por tal y por cual, y que para zanjar asuntos semejantes no había más que dar solitos una vuelta por la orilla del río. A todo esto, sin embargo, ninguno de los dos se levantaba de la silla, y seguían engullendo lo que les ponían delante, sin ánimo declarado de tomar el fresco; por lo cual nos sosegamos todos.

El catalán sostuvo con brío lo que había dicho; pero viendo que todos reíamos y que Cueto no respondía, se calló por algunos instantes, con señales de enojo. Villa comenzó a embromar a Eduardito. Al parecer, este lánguido mancebo estaba perdidamente enamorado de una vecina amiga de su madre y hermana, lo cual era causa de haber perdido el apetito casi enteramente.

La Real Chancillería mantuvo al Concejo querellante en su derecho «de llevar su cabaña con palos, pastores, perros y cencerros, á pacer las yerbas y beber las aguas, seleando y majadeando, á los sitios de Bus Cabrero, Bustamezán, Cueto de Espinas, etc., etc....» Idéntico y tan antiguo privilegio es el que disfrutan los demás Concejos sobre éstos y otros puertos.

Es que, hijo mío, el arros es muy ladrón; toita la sustansia se traga. Pues avisa a la guardia civil, porque yo no tolero más robos de esta clase... Y diga usted, señor Cueto añadió cambiando de conversación, por temor sin duda de que Matildita cumpliese la amenaza, ¿piensa usted quedarse muchos días entre nosotros esta vez? No, señor. Me voy mañana.

Jacobo, cansado al fin de dar vueltas, acabando de creer que el asunto todo de los masones era una farsa y la carta de Pérez Cueto un chasco de Carnaval que debía completarla, decidióse a llamar como última prueba a la puertecilla condenada, única que, fuera aparte de la del hotel, había en la calle; los golpes retumbaron en el silencio, y un eco muy extraño, que asustó a Currita, los reprodujo a lo lejos.