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Después de su ruidoso desafío, el esforzado Belinchón supo, aunque otra cosa afirmen algunos cronistas, gozar con modestia de la merecida fama y aureola que inmediatamente le circundaron. Quizá se fijen aquéllos para sustentar la opinión contraria, en haberse descubierto algunas provocaciones del insigne caballero a ciertos sujetos de la villa, no bastante justificadas.

Los dos paquebotes se acercaron, suspendiendo su curso y caracoleando el uno al derredor del otro, un bote del Paraná se lanzó hasta el costado del Plata, y en breve tuvimos noticia de lo que sucedia en Europa. Lord Palmerston acababa de caer del ministerio, con toda su clientela, por consecuencia del célebre ó ruidoso acontecimiento del 14 de enero en Paris.

Quizá se necesitase en Madrid algo más que dinero para brillar; tal vez un poco de osadía, o muchas conexiones de familia, o algún triunfo ruidoso; elementos todos hijos del tiempo y las circunstancias, que él adquiriría indudablemente. Pero lo cierto era, y esto le contristaba hondamente, que su caída en Madrid no había hecho el menor efecto en el público.

Su alegría era la del artista que triunfa, comparados con la cual todos los goces sórdidos de la tierra no valen un comino. Los del duque no fueron todos de esta especie. También su vanidad se sintió halagada por aquel ruidoso triunfo. Pensaba sinceramente que había llevado a cabo una empresa maravillosa digna de ser esculpida en mármoles y cantada por los poetas.

Ató su caballo en la verja del jardín y subió con paso pesado y ruidoso la pequeña escalinata, a lo largo de la cual, en grandes tiestos, los ásteres medio muertos bajaban lamentablemente la cabeza. La campanilla hizo oír su ruidoso repique en toda la casa, pero nadie se presentó a recibirlo.

La noble poetisa mostró un entusiasmo ruidoso al verle en sus salones. Apartando á los otros invitados, salió á su encuentro y le estrechó ambas manos á la vez. Luego, apoyada en su brazo, lo fué llevando entre los grupos para hacer la presentación. Le acariciaba con los ojos, como si fuese el principal atractivo de su fiesta; parecía sentir orgullo al mostrarlo á sus amigas.

Estaba este monte coronado de enemigos con banderas, cajas y clarines, cuyo rumor acompañaban de repetidas y desentonadas voces, que formaban un conjunto ruidoso tan grande, que parecia estaba ocupado por 100,000 hombres; repitiendo incesantemente los gritos, todos dirigidos á injuriar é insultar nuestras tropas.

Diez minutos después, el ruidoso expreso de Calais a Roma, el limitado tren compuesto de tres vagones-cama, coche-restaurant y coche de equipajes, entraba en la gran estación abovedada, y, despidiéndome del ridículo viejo Babbo, subía al tren y me era señalado mi compartimiento hasta Calais.

Parecía mareada y confusa por el ruidoso oleaje de la multitud; pero en realidad, lo que más la turbaba eran los pensamientos que acudían a su memoria.

Alegraríame que fuese cerca, porque llueve que cala y ciegos andamos. ¿No oís? Campanillas. De mulas de coche. Muy ruidoso me hacéis. No hay por qué taparse. Alégrome. Pero ya llegamos. ¡Eh, Andresillo, la meseta á este caballero para que suba! No veo dijo Quevedo. Guiaréos yo; delante tenéis la meseta.