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Los hombres la besaban las manos y los brazos con respetuosa sensualidad.

La gitana escuchaba sonriendo, sin dejar de engullir ávidamente los garbanzos, pero al mentar Zarandilla su fealdad cesó de comer. Caya, cegato, mala sombra. Premita Dió que te veas toa la vida bajo tierra, como tus hermanos los topos... Si ajora soy fea, tiempos hubo en que me besaban los zapatos los marqueses. Bien lo sabes , arrastrao...

Al aproximarse vieron que madre e hijo se besaban: aquella mujer tan enérgica, tan decidida, lloraba a lágrima viva: Gaspar no lloraba, sostenía a su madre junto a su pecho, mezclándose sus bigotes rubios con los cabellos grises de la anciana, mientras murmuraba: ¡Madre!... ¡Madre!... ¡Ah! ¡Cuántas veces he pensado en ti! Luego, con voz más firme, añadió: ¡Luisa! ¡Yo he visto a Luisa!...

Sobre la cabecera de su cama colgaba un crucifijo labrado en marfil. Había en la habitación dos cuadros cuyo asunto era triste. Uno de ellos, titulado "L'Oubliée", figuraba dos amantes que se besaban cerrando los ojos mientras la muerte, un fantasma vago, invisible para ellos, se acercaba a contemplarles.

Era la otra cascada y a veces chillona. ¡Vaya con la pareja! Riquín y D. José de Relimpio jugaban arrastrándose por el suelo. Caballo y jinete se besaban, locos de regocijo, en la confusión de las caídas leves. Abriose de pronto la puerta de la sala, y entró... nada menos que la Sanguijuelera.

Sin embargo, los anuncios pavorosos de Celesto no tuvieron inmediato cumplimiento, gracias a la intervención de los bebedores. Al cabo de un rato, el seminarista y el excusador eran los mejores amigos del mundo, y se abrazaban y besaban tiernamente vertiendo lágrimas. Andrés se alejó del grupo riendo, y se puso de nuevo a jugar con Rosa y Máxima.

Desde el día en que su madrina ordenó que le cortasen el pelo, Josefina pudo notar que había caído en desgracia. Ya no la besaban con trasporte, ya no satisfacían sus mínimos antojos, ya no era la preocupación constante de la casa. Amalia comenzó a contrariarla, a usar con ella un tono frío y displicente; y las criadas siguieron el ejemplo de su señora.

Se besaban entre bocado y bocado, marcándose en las mejillas redondeles de vino y de grasa: ¡Cochino, cómo me pones! decía Feli con gracioso mohín, limpiándose la cara . ¡Ay! ¡Déjame comer! ¡déjame tranquila! Mira que estoy cansada, que deseo paz... que aún nos queda mucho por arreglar. La presencia del señor Vicente hizo que el almuerzo acabase con cierta tranquilidad.

El Padre pedía a Dios un milagro: olvidarla, dejar de amarla, que Dios hiciese de suerte que él viniese a entender que no era a doña Luz a quien había amado, sino a un fantasma parecido a doña Luz, cuyo bulto nebuloso se sustraía a todo abrazo corporal, cuyo corazón no latía más vivo al sentirse estrechado por otro, cuyos labios no besaban ni cedían comprimidos por los besos de otros labios, y cuyos pies, en suma, no tocaban este bajo suelo.

D. Carlos 2.º en 1667, que se encuentra en las ceremonias políticas de esta ciudad, recopiladas por D. Lamberto Vidal secretario de la misma , se nota, que cuando llegaba S. M. á Muel, salian los síndicos de Zaragoza y besaban su mano: que S. M. se apeaba en el palacio de la ALJAFERIA, y recibia los puestos segun su precedencia, y hecho esto S. M. entraba á caballo y andaba en medio del jurado en cap y el Gobernador que iban cubiertos; el jurado en cap iba deteniendo el caballo para que el de S. M. llevase de distancia la cabeza.