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Quintana y el duque de Frías, pongamos por caso, retratan a Felipe II con los más opuestos rasgos y colores y propenden a infundirnos las ideas y los sentimientos más contrarios sobre la religión y política de los españoles del siglo XVI y sobre las causas de la elevación y de la decadencia de nuestro pueblo; pero nosotros nos deleitamos y nos entusiasmamos casi por igual con los versos del uno y del otro poeta, ora estemos de acuerdo con el duque, ora con Quintana, en juzgar al vencedor de San Quintín y de Lepanto, ora cortemos por camino que nos parezca más recto entre los dos extremos que ellos tocan.

Eso es verdad interrumpió el artillero-cirujano-calafate , nada bebe tanto como un herido; son lo mismo que los borrachos, siempre tienen la boca seca. Y cuando estemos sin agua y sin galleta, ¿será el señor Kernok el que os dará lo que falte? Nos veremos obligados a comer nuestra carne y a beber nuestra sangre, como tendrán que hacer ellos; ¡vaya un alimento perro!

A la semana siguiente, un día que Martín se ha encerrado en su despacho Gertrudis se arma de valor y dice: Mira, Juan; es una locura que estemos atormentándonos de este modo. Dejemos dormir esa tonta historia. ¡Si fuera tan fácil hacer como decir! exclama él con expresión melancólica. Ella lanza una alegre carcajada, y él ríe también. En realidad es muy fácil.

Sentía vergüenza al recordar las palabras que había escrito en la tarde anterior, imitando la firmeza de los héroes wagnerianos. «Y cuando estemos alejados, ¿quién podrá separarnos?...» Un solo día había bastado para que olvidase sus juramentos.

La vergüenza nos traba la lengua y el miedo á que os riais de nosotras nos hace ariscas aunque estemos por dentro más derretidas que una manteca... No llores, Jacinto, no llores, porque me partes el alma... Vive seguro de que si algún mozo logró hasta ahora que le tuviese ley fuiste . Te lo juro por esta cruz bendita...

Una semana ha necesitado Simón..., mejor dicho, he necesitado yo, para que él me ponga al corriente de todas esas cosas en que estoy obligada a entender desde que falta tu padre. ¡Qué despilfarros, hija mía, y qué barullos!... Lo que Simón dice: «aquí no se ha tratado más que de pedirle dinero; grandes sumas, cada vez más grandes, sin pararse a considerar que no siempre lo hay disponible, y que cuando no lo hay así, el adquirido de prisa cuesta muy caro; y de este modo se van eslabonando unas trampas con otras... hasta que se llega al punto a que se ha llegado en esta casa». No vayas a creerte, hija mía, por esto que te digo, que estemos a pique de salir a pedir el pan que hemos de comer mañana; pero lo cierto es que el estado de nuestra fortuna es, relativamente, muy grave; que llegará a serlo mucho más si no se le pone luego el remedio que necesita, y que hay que decidirse a ponérsele, sin la menor tardanza.

Y como él contestase afirmativamente, sin jactancia, con sencillez, Nélida casi le saltó al cuello. ¡Mi rey!... ¡Mi hombre!... ¡Lástima que estemos aquí! ¡Ay, qué beso te pierdes! Encontráronse con el señor Kasper, que los acogió con toda la bondad de su rostro patriarcal. «Papá... papáSu hija le besaba las barbas venerables, insistiendo en esta caricia con un runruneo de gata amorosa.

¡Ah, calavera hipócrita! prosiguió Isidro . Cuando estemos en Buenos Aires iré un día a su establecimiento de la calle de Alsina, para decirle a la señora de Manzanares quién es su marido... Así lo haré, a menos que no me soborne con un par de botellas de champán. Una oleada verdosa se extendió por el rostro del comerciante.

En prueba de que no exagero y de que no pueden ser más atroces las injurias que nos dirigen algunos escritores, cuyas obras se traducen al castellano, teniendo acaso nuestro público el mal gusto de estimarlas y la candidez de creer lo que dicen, citaré al célebre catedrático de la Universidad de Nueva York, Juan Guillermo Draper, el cual, en su Historia del desenvolvimiento intelectual de Europa, asegura que España, en justo castigo de sus espantosos crímenes, está hoy convertida en un horrible esqueleto entre las naciones vivas, y añade Draper: «si este justo castigo no hubiera caído sobre España, los hombres hubieran ciertamente dicho: «no hay retribución: no hay DiosPor donde se ve que es un bien y no un mal el que este pobre país esté muy perdido, porque mientras peor estemos, mayores y más luminosas serán las pruebas de la existencia de Dios y de su justicia.

-Dime, demonio -dijo Sancho-, ¿tienes algún ángel que te saque y que te quite los grillos que te pienso mandar echar? -Ahora, señor gobernador -respondió el mozo con muy buen donaire-, estemos a razón y vengamos al punto.