United States or Slovenia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Quintana y el duque de Frías, pongamos por caso, retratan a Felipe II con los más opuestos rasgos y colores y propenden a infundirnos las ideas y los sentimientos más contrarios sobre la religión y política de los españoles del siglo XVI y sobre las causas de la elevación y de la decadencia de nuestro pueblo; pero nosotros nos deleitamos y nos entusiasmamos casi por igual con los versos del uno y del otro poeta, ora estemos de acuerdo con el duque, ora con Quintana, en juzgar al vencedor de San Quintín y de Lepanto, ora cortemos por camino que nos parezca más recto entre los dos extremos que ellos tocan.

Los indígenas aprecian mucho su carne, que, en el sabor, se asemeja a la de nuestros puercos monteses. ¿Lo habéis matado? preguntó Horn acercándose. Le he dado en la cabeza le contestó Cornelio. Cortemos un trozo de él, por lo pronto, y volvamos al lado del Capitán. ¿No se comerán las fieras el resto? Hay pocas fieras en Nueva Guinea, si es que hay algunas, señor Cornelio.

Levantóse bruscamente, y después de mirarle con fijeza, entre airada y desdeñosa, le dijo con acento glacial: Tienes razón. Ese arreglo no puede convenirte.... Mejor será que cortemos de una vez nuestras relaciones. Y se dispuso a marchar. Raimundo quedó anonadado. ¡Clementina! gritó con desconsuelo cuando se hallaba ya cerca de la puerta.

Cortemos aquí el relato de la amorosa aventura de doña Guiomar y de nuestro Miguel de Cervantes, porque es conveniente, benigno lector, manifestarte varias cosas que son necesarias a la claridad del cuento.

Y su mirada húmeda se alzaba con tal expresión de angustia, que ella, sonriendo confusa, se vió obligada a mentir. Yo no te he dicho que no te quería ... sino que conviene que cortemos nuestras relaciones. ¡Es igual!

Cortemos, pues, los vuelos de la imaginación del chico, dijo para el maestro, y mostrémosle la realidad tal cual es.

Era una patrulla de «colorados». El jefe habló con el mayoral. «¿Qué llevas ahí?» Y al saber que no llevaba otro pasajero que un pobre muchacho español, algunos jinetes avanzaron su cabeza por las ventanillas. «¡Ah, galleguito; «blanco» de mier... coles! ¡Déjate crecer el pelo para que te cortemos mejor la cabeza cuando seas grande!...» Lo decían riendo; pero yo, que sólo tenía trece años, me acurruqué en un rincón y deseaba meterme debajo del asiento.

¡Pues entonces cortemos inmediatamente esta conversación! exclamó Cirilo apoyándose con mano crispada sobre la mesa para levantarse . Considero a usted un hombre de honor y que se arrepentiría de haber ofendido a quien carece de medios para pedirla reparación de la ofensa. Visita se había puesto en pie también vivamente y Tristán hizo lo mismo.