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Tontas ambiciones, intereses bajos y mezquinos, llevan a los pueblos a la guerra. ¿Y acaso en la guerra no es un precepto, siempre obedecido, el sacrificar a un soldado, a una patrulla, a una avanzada en bien de los demás soldados?

Si el volumen hubiese sido de una moderna edición Michel Levy, de cubierta amarilla, yo, que no me hallaba perdido en la floresta de una balada alemana, y podía ver desde mi cuarto blanquear a la luz del gas el correaje de la patrulla, hubiera cerrado el libro, disipando así la nerviosa alucinación.

El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.

Gracias a este accidente la patrulla le ganó considerable distancia; anduvo cerca de alcanzarle. Pero antes que esto sucediese, el forajido, alzándose con extremada presteza, huyó más ligero que el viento. Don Roque disparó los dos últimos tiros de su revólver, gritando siempre: ¡Date, ladrón! Desapareció por la esquina de la Rúa Nueva.

Cuando llegué a Madrid dijo Momo y me vi solo en aquel cotarro, se me abrieron las carnes. Cada calle me parecía un soldado; cada plaza, una patrulla; con la papeleta que me dio el comandante, que era un papel que hablaba, fui a dar en una taberna, donde topé con un achispado, amigo de complacer, que me llevó a la casa que rezaba el papel.

Recorrió el coche la calle Mayor, atravesó el puente del Azucarero, la calle de San Nicolás, y tomó por la carretera de Logroño. Al salir del pueblo, una patrulla carlista se acercó al coche. Alguien abrió la portezuela y la volvió a cerrar en seguida. Va la madre superiora de las Recoletas a visitar a un enfermo dijo el demandadero con voz gangosa.

Puestas al anochecer las patrullas avanzadas, que pedian las circunstancias del tiempo y del terreno, en parage rodeado de enemigos, segun lo que habian dicho las prisioneras, á breve rato me dió aviso uno de los oficiales, que respecto de la claridad de la luna habian divisado 6 indios, que habian bajado del cerro á bombearnos, pero que inmediatamente se habian desaparecido: y de la otra banda del rio, me avisó otro oficial de otra patrulla haber divisado algunos enemigos, y que á las dos de la mañana los habia acometido, sin mas suceso que el haber disparado á uno, dicho oficial, su carabina y haberle muerto el caballo, marchándose el ginete, pero herido, segun pensaba, por el parage donde hirió el caballo; no determinándose el oficial á seguirlos hasta el dia, por no caer en alguna emboscada.

Al final se repetían las instrucciones de todos los viajes, con un laconismo que hubiese hecho palidecer á otros hombres no acostumbrados á mirar de frente á la muerte. En caso de ataque submarino, los transportes que llevaban cañones podían salirse de la fila y ayudar á la patrulla de buques armados, dando cara al enemigo.

El viejo jefe de la patrulla abrió la portezuela del coche y echó la luz del farol al rostro de las viajeras. ¿Quiénes son ustedes? preguntó la superiora con presteza. Somos voluntarios de Carlos VII. Entonces que nos detengan. Estos hombres nos llevan secuestradas.

Pasaban semanas y semanas en el mar, fuese cual fuese el tiempo, durmiendo en el fondo de una cala que apestaba á pescado rancio, manteniéndose en patrulla aunque rugiese la tempestad, saltando como un tapón de botella de ola en ola, para repetir las hazañas de los antiguos corsarios. Ferragut tenía un pariente en el ejército que se aglomeraba en Salónica para avanzar tierra adentro.