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Pero, ¿quién es vuestro padre? El excelentísimo señor don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, marqués de Peñafiel, conde de Ureña, virrey de Nápoles, y capitán general de los ejércitos de su majestad dijo con amargura el joven. ¿Y os pesa de ello, don Juan? dijo Quevedo cambiando de tono. Pésame por mi madre. ¿Sabéis quién es vuestra madre? No; ¿y vos? Tampoco contestó prudentemente Quevedo.

Y así era, en efecto: Currita había depositado en el Banco de España los 15.000 duros ganados a la lotería por Velarde, y escrito luego una carta a la madre de este, dándole el pésame por la heroica muerte de su hijo y lamentándose de aquel duelo a que su excesiva caballerosidad le había arrastrado.

Pues sucedió que cierto día, habiendo fallecido un caballero con quien mantenía alguna relación, se vistió de negro y fue a dar el pésame a la familia. La habitación de la señora estaba medio a oscuras, como es de rigor en tales casos, por lo que fue necesario que ella le saludase antes para saber a dónde dirigirse.

Hay una circunstancia curiosa que no debo omitir porque hace honor a Quiroga: en esta noche negra que vamos a atravesar no debe perderse la más débil lucecilla. Facundo, al entrar triunfante en La Rioja, hizo cesar los repiques de las campanas, y después de mandar dar el pésame a la viuda del general muerto, ordenó pomposas exequias para honrar sus cenizas.

SANCHO. Pésame que mi amor pongas en duda. PELAYO. ¡Voto al sol!, que se casa con Elvira. Aquí la dejo yo; mi amor se muda. SANCHO. ¿Qué mayor interés que al que suspira Por su belleza, darle su belleza, Milagro celestial que al mundo admira? No es tanta de mi ingenio la rudeza, Que más que la virtud me mueva el dote.

Lo contemplaba con atención anhelante algunos instantes, se llevaba el pañuelo á los ojos y proseguía su paseo. D.ª Robustiana entreabrió la puerta y asomó tímidamente la cabeza. Señor, ahí abajo está Flora que viene á darle el pésame.

Pésame mucho, mi señora doña Juana dijo el llamado don Gaspar , de que su majestad se haya acordado de para representarle en este padrinazgo, cuando su majestad la reina se ha acordado de vos para el mismo objeto. Ya que no me queréis bien, y lo siento, porque yo os estimo. La duquesa se mordió los labios y no contestó.

Cuando yo esto, como siempre tuve altos pensamientos, volvíme a ella, y dije: "¡Ah madre!, pésame sólo de que algunos de los que allí se hallaron me dijeron que no tenía que ofenderme por ello, y no les pregunté si era por la poca edad del que lo había dicho." Y dijo: "¡Ah, noramaza! Muy bien hiciste en quebrarle la cabeza; que esas cosas, aunque sean verdad, no se han de decir."

Ahora soy yo la que río, la que bailo y dice tonterías; el mío es un caso de legítima defensa. »¡Vamos, es una linda historia la de esa muerte! Nunca se ha visto objeto de china igual, y yo la conservaré en una rinconera. Todos mis amigos han venido a darme el pésame, poniendo cara de circunstancias; pero les he contado el suceso y les he hecho perder la gravedad en seguida.

Pésame, cuanto pesarme puede, que este año no se han cogido bellotas en este pueblo; con todo eso, envío a vuesa alteza hasta medio celemín, que una a una las fui yo a coger y a escoger al monte, y no las hallé más mayores; yo quisiera que fueran como huevos de avestruz.