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A Ford le habían causado tanta exasperación las maneras de aquel hombre, que, al quinto día del nuevo régimen, había protestado, lo cual dio por resultado que Dawson, tranquilamente, colocara dentro de un sobre el importe de un año de sueldo, y en el acto lo dispensara de sus servicios para en adelante, cosa que había tenido intención de hacer desde un principio, no hay duda.

Pero, como el mismo Ford indica, el nombre de Juan aparece antes á menudo en la familia, muy numerosa, de los Tenorios; y como no aduce ningún hecho relativo á esa tradición, porque dicha Crónica nada dice tampoco, no se puede comprender por qué este Tenorio ha de ser precisamente el famoso Don Juan.

Ford, el secretario del muerto, hombre joven, como de treinta años, alto, atlético, completamente afeitado, asomó la cabeza, pero como nos encontrara conversando, se retiró en el acto. La señora Percival ya lo había interrogado, pero ignoraba completamente para dónde había partido Mabel.

El fiel Ford ha vuelto a nuestro lado, como mi secretario, y frecuentemente nos burlamos de Reginaldo, que ha vendido su negocio de encajes, por su profunda admiración por Dolly Dawson, la que, a pesar de ser hija de un aventurero, es una niña muy encantadora y modesta, me veo obligado a confesarlo, y estoy seguro de que será una excelente compañera para mi antiguo condiscípulo y viejo amigo.

Desde que ella abandonó la casa no he perdido de vista las cartas enviadas al correo, como el señor Ford me había indicado que lo hiciera; pero el señor Dawson no le ha escrito nunca hasta esta mañana, que por casualidad, creo yo, envió una carta al correo dirigida a ella, entre un número de otras que entregó al mensajero. Está en Mill House, Church Enstone, cerca de Chipping Norton.

El tal Dawson había usurpado en la casa la posición de Ford, y este último, lleno de resentimiento, estaba en constante acecho de sus actos y movimientos y dominado de los mayores recelos, como todos lo estábamos.

Había desaparecido completamente, con el objeto de eludir la terrible revelación que tanto horror le causaba y que ella temía ver divulgada de un momento a otro. Mientras yo seguía débil e imposibilitado, Ford y Reginaldo en los días subsiguientes se ocuparon con toda actividad de sus investigaciones, pero todo fue en vano.

Compró un automóvil «Ford», un perro-policía, y un Diccionario de la Academia. En cambio sus hermanos se arruinaron: el café se perdió, y las vacas de ordeña se murieron; el cacao bajó de precio y los panaderos y reposteros se declararon en perpétua huelga.

Para continuar aquí el paralelo entre los teatros inglés y español, diremos que aquél sólo conserva su pureza poco tiempo, apenas un cuarto de siglo, solamente en las composiciones de Shakespeare, y algunos de sus coetáneos, como Ford, Webster, Deckar, Middleton, Bowley y Thomas Heywood. Ya en vida de aquel poeta eminente, germina la división en el seno del teatro.

Un artículo del núm. 117 de la Quarterly review, de Richard Ford, el autor del Manual del viajero en España, sostiene que el personaje histórico, origen de la tradición de El Convidado de piedra, lo fué un Juan Tenorio, mayordomo, nombrado varias veces, de D. Pedro el Cruel, en la Crónica de este soberano.