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Actualizado: 18 de julio de 2025
Emprendió la marcha hacia el interior de la ciudad, lentamente, con desaliento, pensando morir; diciendo adiós a todas las ilusiones que aquella mujer parecía haberse llevado consigo al volverle implacable la espalda. Sí; era un muerto que paseaba su cadáver bajo la luz triste de los primeros faroles de gas que comenzaban a encenderse. ¡Adiós, amor! ¡adiós juventud! Para él ya no había primavera.
En semejantes circunstancias tenía necesidad de los consejos jurídicos y de las artimañas de aquel práctico astuto. Le escribió enseguida. Á Mauricio le escribiría al día siguiente: convenía que el tiempo calmase su cólera y produjese el desaliento.
Necesitaba exteriorizar el desaliento en que le había dejado la resistencia de la inglesa á decirle el paradero de Alicia. Soy muy desgraciado, lady. Lo creo contestó ella . Mis desgracias son más grandes que las de usted, pero las sobrellevo mejor. Para Mary, la vida era á modo de una balanza.
Comenzaba a sentir la tristeza del desaliento, cuando de pronto hizo un gesto de satisfacción. ¡No habérsele ocurrido antes!... Ella le esperaba en su camarote; no había duda posible. Luego de mirar otra vez en torno de él para convencerse de que nadie podía espiarle, avanzó por el corredor con fingida indiferencia.
Abandonó la vida social, la ciudad, y solo, errante en los cálidos valles de Tocaima, o cerca de las riberas del Magdalena, él combatió al enemigo, hora por hora, sin un momento de desaliento. El cielo le sonrió y encontró una mujer generosa que quiso compartir su miseria.
Sufría en silencio, intentando curarse: sería un hombre y, en los momentos de desaliento, el recuerdo del ridículo en que había vivido bastaría para darle fuerza. Pero, ¡ay! ¡cómo le aterraba la soledad de aquella existencia que aún le quedaba por delante! ¡Qué miedo le causaba la monotonía de una vida sin ilusiones! Vaya, Pepe: no hay que ser niño dijo el doctor con autoridad.
En esta situación, cuando no sabía qué hacer y se sentía dominado por un desaliento mortal, pasó por Madrid un español rico, residente en Buenos Aires, tío de su cuñado. Aquel hombre, que había huido de su tierra acosado por la pobreza treinta años antes, hablaba de millones con asombrosa familiaridad y se burlaba de la mediocridad de los negocios peninsulares.
Nada recordaba en aquel momento los vanos cuadros de los poetas; únicamente que, por un extraño contraste, cuanto más cundía mi desaliento, tanto más animado él se presentaba. Todas aquellas olas electrizadas por tan furioso movimiento hallábanse grandemente estimuladas y en posesión como de un alma fantástica.
El cuadro del último período se halla constituido por los síntomas siguientes: vértigos, dolor de cabeza estupefaciente, atontamiento de la cabeza, somnolencia angustiosa, cefalalgia presiva, punzadas en el cerebro con náuseas y vómitos al menor movimiento, vértigos y náuseas al leer, ardor en la cabeza y frio en el cuerpo, descomposicion de los rasgos de la cara, calor seco y rubicundeces pasajeras de las mejillas, dilatacion ó contraccion de las pupilas, obnubilacion, exaltacion de la audicion, ó disecea y diminucion de esta facultad, epistaxis, calor y ardores pasajeros en la nariz y los oidos; disuria y supresion de las orinas; aliento pútrido, fétido; labios secos, escoriados, ardorosos, tumefactos; sequedad y ardor en la boca; disfagia; ruido al tragar, como si el exófago fuera inerte; gusto pútrido, eructos é hipo; saliva sanguinolenta; ruido de gases en el vientre; deposiciones sanguinolentas, purulentas, involuntarias; las palpitaciones del corazon se parecen mas al estremecimiento; postracion de fuerzas, desaliento, coma.
La Naturaleza humana abre al fin los ojos, se arrodilla, y da las gracias al Creador por haberla hecho de la nada; el divino Orfeo le concede el predominio de la tierra, y se entrega al descanso en brazos del séptimo Día. La esfera celeste se cierra de nuevo. El Príncipe de las tinieblas oye con rabia y desaliento los cánticos de alabanza, que la Naturaleza humana dirige á la reciente Creación; llama al barquero Carón, y le confiere el señorío de las negras aguas, con orden de no pasar á nadie sin someterlo antes á su dominio.
Palabra del Dia
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