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Actualizado: 18 de julio de 2025
¡Qué triste palidez en mi palabra! ¡Qué desaliento el de aquel que siente y no alcanza a expresar!
¿Por qué quieres saber? preguntó con desaliento . ¿Qué adelantas con eso?... ¿Serás acaso más feliz cuando sepas?... Calló durante algunos pasos, y luego dijo sordamente: Para amar no es preciso conocerse. Todo lo contrario: un poco de misterio mantiene la ilusión y aleja la hartura... El que quiere saber nunca es dichoso. Siguió hablando.
María de la Luz, pasando repentinamente de la resistencia al desaliento, rompió a llorar, aumentándose sus gemidos y sus lágrimas conforme avanzaba Fermín en el relato de la desesperación amorosa del novio. ¡Ay, pobrecito! gemía la muchacha, olvidando todo disimulo. ¡Ay, mi Rafael de mi arma!... Se dulcificó la voz del hermano. Le quieres, ¿no lo ves? le quieres.
Después de acariciarle su enorme cabeza, volvió a recuperar lo que había dejado sobre el banco y prosiguió su marcha, siempre abrumada por la fatiga, poseída por triste desaliento, pero satisfecha y sonriente al mirar a sus dos pequeñuelos, cruz abrumadora que arrastraba en el calvario de la miseria. Juanito creyó despertar ante aquella aparición.
Acuérdate de lo que hablábamos en nuestra primer noche a la luz de la luna: «El arrogante mes de Mayo, el joven guerrero con armadura de flores busca a su amada la Juventud». ¿Y dónde está en nosotros la juventud? La mía búscala en mi tocador; se la compro al perfumista, y aunque sabe disfrazarme bien, oculta una vejez de ánimo, un desaliento en el que no quiero pensar porque me asusta.
Ella mostró un desaliento algo cómico; ¿qué hacer?... Una señora deseosa de trabajo no encontraba ocupación en este mundo dirigido y acaparado por los hombres. Sólo le quedaba como recurso el juego. Era un placer emocionante que lo hacía olvidar sus preocupaciones, y al mismo tiempo una esperanza.
Misas a centenares, funerales a toda orquesta, limosnas a porrillo, y lágrimas y lamentos que afortunadamente tenía el poder de evitar con sus frases chistosas el doctor don Rafael Pajares, quien, como médico de alguna fama, había sido llamado en los últimos días de la enfermedad del marido, lo que aumentó la languidez de éste y su desesperado desaliento.
Había sido viñador, pero por su fama de revoltoso y pendenciero, tenía que dedicarse al trabajo de los cortijos, encontrando ocupación sólo en Matanzuela, gracias a Rafael, que le protegía por ser amigo de su padrino. Juanón inspiraba respeto a toda la gañanía. Era un impulsivo, sin recaídas de desaliento: una voluntad enérgica que se imponía a los compañeros.
Puede decirse que lleva cuarenta y ocho horas sin probar alimento, pues me confesó que antes de avisar a su marido, mucho antes, ya se sintió mal y no pudo comer.... Esto de los sueñecitos no me hace tilín. Para mí, más que modorra, son verdaderos síncopes. Don Pedro apoyaba con desaliento la cabeza en el cerrado puño.
Fuí a visitarla, y habiendo cometido la indiscreción de decirle que te quería, se enfureció de tal modo, que me hizo poner en la puerta de la calle. Inés cruzó las manos, dejándolas caer luego con desaliento sobre su falda, mientras elevaba sus ojos al cielo, sin decir nada.
Palabra del Dia
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