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Acabas de decirme que conoces a la señorita de Sardonne desde su infancia, y sin duda por eso, por el hastío que engendra el hábito, no te das cuenta de cuan grande es su belleza... ¡Oh! ¡es fascinadora!... Tiene el puro, serio, y un tanto trágico, encanto de Urania... y de Musa también; es su voz, armoniosa y grave; encanta oírla leer; durante nuestras sesiones para pintar el retrato de la baronesa, mil veces me ha asaltado la loca idea de traerla a mi casa para hacerla el hada de este taller en que nos encontramos... que por la magia de su presencia resplandecería cual otro paraíso... Si hubiese conocido a la señorita de Sardonne en la alta posición social en que nació, todo eso no habría pasado de un ensueño pasajero de artista... uno de esos ensueños que con tanta frecuencia nos asaltan... porque nosotros somos generalmente muy aristócratas en nuestros amores... La mitad de nuestra vida la pasamos por ministerio de la imaginación en muy altas esferas, en muy escogida compañía... Vemos con harta frecuencia a las grandes damas en medio de los esplendores de sus palacios, y entrevemos a las diosas tronando sobre sus solios de nubes... Y aun es una de nuestras grandes decepciones, de nuestros grandes dolores caer de pronto desde esas doradas alturas encima de las ronzas de la tierra... Ahí tienes por qué, precisamente en estas cuestiones de matrimonio, son tan graves nuestros errores y tan profundos nuestros desencantos... ¡Ay! ¿quién lo sabe mejor que yo?... Pues bien, te decía que si hubiese encontrado a la señorita de Sardonne en todo el brillo de su nacimiento y de su fortuna, conozco demasiado las leyes y las costumbres sociales como para que ni un momento se me hubiera ocurrido aspirar a su mano... Pero, en fin, la veía desgraciada y pobre... y al menos, si no en otro, en el camino de la riqueza me encuentro ya... Aquellas circunstancias venían a acortar la distancia entre nosotros... Podía al menos ofrecerla una posición independiente... dar a su hermosura un marco digno de ella... y poco a poco me dejaba ganar por una tentación tan poderosa, precisamente cuando me pareció observar que tu amistad hacia la señorita de Sardonne tomaba el carácter de más serios sentimientos... Desde ese momento mi línea de conducta estaba trazada... ponerme en fuga...

Por dicha, aunque no entrevemos bien si merced a tan feroz resolución o independientemente de ella, el conflicto pasa, las cosas toman mejor cariz, los tiempos se acercan, la esperanza luce y el poeta escribe su flamante apocalipsis y nos anuncia su Buena Nueva en no corta serie de animados cuadros. Según él, la miseria que nos rodea es la noche que precede a las grandes claridades.

La idea sola de un paseo por Francia, Suiza, Italia, ó cualquiera otro pais de Europa, nos produce una satisfaccion grande. Entrevemos, desde ántes de comenzar el viaje, una serie de emociones nuevas á cual mas agradables.