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El dinero es el dinero dijo sentenciosamente , y sin él no hay dicha segura. Con tus cuatrocientos mil y lo que yo tengo podremos ir adelante... Te advierto que mi marido desea entregar mi dote. Así lo ha dicho á mi hermano. Pero el estado de sus negocios, la marcha de su fábrica, no le permiten restituir con tanta prisa como él quisiera hacerlo.

La sequía, cruel calamidad de las llanuras andaluzas, les hacía discurrir tardes enteras; y cuando, después de largas semanas de expectación, el cielo encapotado soltaba algunas gotas gruesas y calientes, los grandes señores campesinos sonreían gozosos, frotándose las manos, y el marqués decía sentenciosamente, mirando los anchos redondeles que mojaban la acera: ¡La gloria e Dió!... Ca gota de esas es una monea de sinco duros.

Había dos hombres en Domingo: eso no era difícil adivinarlo. «Todo hombre lleva en mismo uno o muchos muertos», me había dicho sentenciosamente el doctor, que también sospechaba un gran renunciamiento en la vida del campesino de Trembles.

El amor, ¡qué es más que una locura sublime! exclamó sentenciosamente Miguel, tratando de enlazarla de nuevo con sus brazos. Por lo mismo que es sublime, no debemos degradarla... Seamos fuertes con nosotros mismos... atrincherémonos detrás de nuestras ideas elevadas, y defendámonos de las groserías de la pasión...

Debe tener en la carne algo que no quiere irse afirmaban sentenciosamente algunas mujeres.

Su vida era una vida recta, firme y llana como el camino del deber. Cuando los oficiales jóvenes hablaban en su presencia de ruidosas cenas al saltar á tierra con mujeres de distintos países, el piloto se encogía de hombros. «El dinero y lo otro deben guardarse para casa», decía sentenciosamente.

La niña hizo una señal afirmativa: la emoción la impedía hablar. Miguel estrechó con fuerza sus manos y las llevó al corazón. D. Valentín contemplaba atónito aquella escena. Julita, desde la puerta, exclamó sentenciosamente llevándose un dedo a la frente: ¡Y luego dirá mamá que aquí no hay más que viento! Aquella misma noche volvieron D. Valentín y su sobrina a Pasajes.

¡Qué quiere usted, padre! exclamó . La buena Prensa es tan mala!... No hay más Prensa mala que la mala Prensa repuso el cura sentenciosamente . Y vamos a ver, ¿qué periódicos son esos que lees?... Leo El Sol dijo Antoniño. ¿El Sol? El Sol. ¿Un periódico de diez céntimos? Justamente. Un periódico de diez céntimos pensó quizás el cura debe de ser tan malo como dos periódicos de cinco.

El símil, aunque nada culto, y acaso por eso, hizo reir a las costureras. A Valentina no le gustan los señoritos manifestó Encarnación. Hace bien; de los señoritos no se saca más que parola, tiempo perdido y a veces la desgracia para toda la vida dijo sentenciosamente doña Paula sin acordarse de que ella había sacado la felicidad. Tocante a eso, Sarrió está perdido.

Descargó un porrazo con el vaso en la mesa, y añadió sentenciosamente: Son una calamidad las mujeres de los pueblos.... Hechas de alfeñique.... Le aseguro a usted que tiene una debilidad, y una tendencia a las convulsiones y a los síncopes, que.... ¡Melindres, diantre! ¡Melindres a que las acostumbran desde pequeñas! Pegó otro trompis y se levantó, dejando solo en el comedor a Julián.