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Y aun he visto algo más curioso, Antoniño, he visto hombres que viven sin dinero y que viven muy bien... En Madrid hay la mar. En Madrid es diferente observó Antoniño . Aquello es una gran ciudad. Yo no digo que allí me fuese de todo punto indispensable la absolución; pero, ¡aquí!... ¿Cómo quiere usted que viva aquí sin absolución un pobre tonelero?

"Los itinerarios, dice oportunamente Buache, se han mirado siempre como uno de los fundamentos de la geografia, por ser los primeros elementos de que se hace uso para establecer la posicion de los lugares, y los que pueden emplearse con mas confianza, despues de las observaciones astronómicas y las operaciones geométricas: son ademas los que pueden obtenerse en mayor número, y con mas facilidad." ¡Y efectivamente cuanta luz no ha derramado sobre la geografia antigua de Europa el Itinerario del Emperador Antonino, que no es mas que una árida nomenclatura de poblaciones!

Pero yo quería vengarme del cura de aquí, y al día siguiente, cuando estaba sirviendo la comunión, me puse con los demás, y me la tuvo que dar él mismo. El ya debía de comprender que yo tenía mi absolución en el bolsillo; pero, ¡si viera usted qué cara me puso!... ¡Bravo, Antoniño! Y, ¿sigues leyendo El Sol? , señor. Pues dentro de unos días leerás en él tu historia.

Para estos casos quiere uno el dinero. Llegué a la iglesia, me senté al confesionario, y lo primero que le dije al cura fue esto: «Acúsome, padre, de leer El Sol». ¿Así lo dijiste, Antoniño? Así, , señor, y con la misma tranquilidad con que hubiese podido decir «buenos días». No se figure usted que yo soy un gallina. Y el cura, ¿qué te contestó?

¡Qué quiere usted, padre! exclamó . La buena Prensa es tan mala!... No hay más Prensa mala que la mala Prensa repuso el cura sentenciosamente . Y vamos a ver, ¿qué periódicos son esos que lees?... Leo El Sol dijo Antoniño. ¿El Sol? El Sol. ¿Un periódico de diez céntimos? Justamente. Un periódico de diez céntimos pensó quizás el cura debe de ser tan malo como dos periódicos de cinco.

Luego, en voz alta, continuó: ¿Un periódico que no admite el anticipo reintegrable? , padre contestó Antoniño ya medio anonadado. ¿Un periódico interrogó aún el cura que hace campaña contra el espionaje alemán? Antoniño no podía negar. El mismo, padre suspiró . ¡El mismo!... Pues, hijo mío dijo entonces el cura . Lo siento mucho, pero no te puedo dar la absolución. Antoniño se quedó aterrado.

La gente no va a creerla, pero ahí estás para dar fe. Es que... si por casualidad se enteran en la fábrica y me despiden... Descuida, Antoniño. No daré detalles y seguirás conservando todos los elementos necesarios a tu vida: un empleo, una novia, una absolución... Allá por el año de 1835 cayó en España un inglés estrafalario que venía a vender biblias.

Son estos religiosos de la congregacion de S. Pablo, primer ermitaño, y viven ejemplarmente siguiendo la primitiva regla, reformada por el venerable Juan de Dios de S. Antonino, en una de las montañas de la Sierra al norte y á una legua escasa de Córdoba.

En ella está enterrado un caballero de la familia de Aguayo y Manrique, que siendo marqués de Santaella y señor de Villaverde y los Galapagares, despreciando las vanidades y honores mundanos, se retiró al desierto y ermitas de la Sierra de Córdoba, donde vivió santamente con el nombre de Juan de Dios de S. Antonino, y murió en olor de santidad siendo allí hermano mayor, en febrero de 1788.

Hará cosa de dos o tres meses, Antoniño fue a confesarse, y en el curso de su confesión, le dijo al cura que leía periódicos. ¡Malo! ¡Malo!... refunfuñó el cura . No veo qué necesidad tienes de leer periódicos. ¡Siquiera fuesen de la buena Prensa!... Pero, seguramente, serán de la otra. Eran de la otra, en efecto, y Antoniño lo reconoció así, aunque aduciendo un motivo justificante.