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Actualizado: 17 de junio de 2025
Si el hombre pudiese comer alfalfa declaraba sentenciosamente el Gallego quedaría resuelto para siempre el problema social, al haber en el mundo comida de sobra para todos. Por desgracia, sólo los animales podían asimilarse este alimento maravilloso.
Bueno murmuró la novicia confusa : nadie nace aprendido. Con la práctica... declaró la maestra sentenciosamente, mientras se preparaba a unir el ejemplo a la enseñanza . Mira, así... a modito.... No valía apresurarse.
Y don Pablo Aquiles que escuchaba, en silencioso coloquio con las cigüeñas de la pantalla, cerró el capítulo de las lamentaciones de su hermana, exclamando sentenciosamente: Lo que hay, Casilda, lo que hay, es que los pillos reciben su recompensa en este mundo y los buenos tienen que esperar al otro para alcanzarla, y según es ésta de problemática y aquélla de positiva, casi le vienen a uno ganas de encanallarse, ya que de los pillos es el reino de la tierra.
Y reanudaron el canto y el palmoteo con nuevos bríos. Un gañán ofreció una copa de aguardiente a Juanón, que la rechazó con su manaza. Eso es lo que nos pierde dijo sentenciosamente. La bebía mardita. Y apoyado por los gestos de aprobación del Maestrico, que había guardado sus avíos de escribir para unirse al grupo, Juanón anatematizó la embriaguez.
Ella había nacido para soldado... Y con varonil ademán invitó al espada a que se sentase, ensanchando con voluptuoso husmeo su graciosa nariz, que admiraba el suculento tufillo de los chorizos. Una comida riquísima. ¡Qué hambre tenía!... Eso está bien dijo sentenciosamente el Plumitas al mirar la mesa . Los amos y los criaos comiendo juntos, como disen que hasían en los tiempos antiguos.
Donde un hombre hace su fortuna y constituye su familia, allí está su verdadera patria decía sentenciosamente, recordando á Madariaga. La imagen del lejano país resurgió en él con obsesión dominadora tan pronto como se amortiguaron las primeras impresiones del viaje.
Esta impresión desvanecíase al volver Isidro por la noche a los cafés inmediatos a la Universidad, donde se reunían las alegres tertulias de estudiantes, arrullados por los conciertos de piano y cornetín. La vida es alegre decía sentenciosamente . Hay que dar a la vida un sentido helénico.
El mismo valentón, temiendo al aperador, había arreglado el asunto declarando sentenciosamente que los tres eran igualmente valientes, y que entre valientes no deben existir cuestiones. Y juntos habían bebido la última copa, mientras la Marquesita roncaba debajo de la mesa, y las muchachas, aterradas por el susto, huían a la gañanía.
El tío Tomás, sin embargo, meneando el fuego con un tizón, decía sentenciosamente: «El hombre que engañe a D. Félix no ha nacido todavía: de alguna parte saldrá ese dinero, aunque sea de las tiras del pellejo del pobre Juan.» Algunas veces se vertían consideraciones filosóficas sobre el mundo y la sociedad: el problema de los intereses materiales era el único digno de atención.
Y en las tertulias a que asistía su madre, le bastaba recitar una fabulita o lanzar alguna pedantería de niño aplicado que desea introducir en la conversación algo de sus lecciones, para que inmediatamente se abalanzasen a él las señoras cubriéndole de besos: ¡Pero cuánto sabe este niño!... ¡Qué listo es! Y alguna vieja añadía sentenciosamente: Bernarda, cuida del chico; que no estudie tanto.
Palabra del Dia
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