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Soy incapaz de enamorarme dijo ella con sonrisa amarga que su cuñado no entendió. El amor viene cuando menos se piensa afirmó éste sentenciosamente. Estamos años y años sin sentirlo, y un día, ¡paf! da un vuelco el corazón. Es que hemos hallado nuestra media naranja. Estas palabras tan cándidas como crueles, removieron las escasas gotas de hiel que Cecilia guardaba en su pecho.

Antes pronunció sentenciosamente Amparo sólo probabas vino algún día de fiesta que otro.... Pues aquí no tienes por qué tomar vicios, que gracias a Dios la borrachera poco daño nos hace....

El vino alegra el corazón.... El que no bebe, no es hombre pronunció el abad sentenciosamente. Primitivo volvía ya de su excursión, empuñando en cada mano una botella cubierta de polvo y telarañas. A falta de tirabuzón, se descorcharon con un cuchillo, y a un tiempo se llenaron los vasos chicos traídos ad hoc. Primitivo empinaba el codo con sumo desparpajo, bromeando con el abad y el señorito.

¡Diógenes!... ¿ aquí? exclamó Jacobo, volviéndose muy sorprendido y alborozado y estrechándole ambas manos con gran cariño. Mas Diógenes, sacudiendo la gran cabeza y dándole palmadas en la espalda, dijo sentenciosamente: El hombre que nace pobre Con el frío es comparado: Todos le huyen el cuerpo, No les suelte un resfriado. ¡Falso, falsísimo! gritó Jacobo riendo . Ni has nacido pobre, ni...

Ya lo barrerían, y si no, por ella, aunque en todo el año no se barriese.... ¿De qué le había servido tanto romper el cuerpo cuando era joven? De verse ahora tullida «¡Ay, no se sabe lo que es la salud hasta después de que se pierdeexclamaba sentenciosamente, sobre todo los días en que el dolor artrítico le atarazaba las junturas.

En la mesa del señorito, se servían las botellas después de una larga permanencia en tanques llenos de hielo. El vino pasaba por la boca dejándola insensible, con la grata parálisis de la frescura. Nos vamos a emborrachar decía sentenciosamente el capataz. Esto se cuela sin sentir. Es refresco en la boca y fuego en la tripa.

Esas cosas, por dulces que sean, acaban por cansar, doña Bernarda decía el viejo sentenciosamente. La cómica levantará el vuelo cualquier día; además, deje usted que Rafael vaya como diputado a Madrid y vea aquel mundo; a la vuelta no se acordará de esa mujer. El fiel lugarteniente de los Brull se hubiera asombrado al ver lo poco que conseguía Rafael.

Algunas veces, cuando se echaba vino en el vaso, decía sentenciosamente: Cuando se está en buena compañía, se puede beber impunemente tanto como se quiera. Germana comía siempre con buen apetito cuando el capitán estaba allí. Aquel amable cojo, tan obstinadamente apegado a la vida, le hacía acariciar una dulce esperanza y la obligaba a creer en el porvenir.