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Actualizado: 19 de julio de 2025


Hube, pues, de contentarme con esperar paseando por la acera de enfrente como pudiera hacerlo un centinela, y he de confesar que si alguna afición hubiera tenido yo a la guardia nacional la habría perdido entonces. Así pasó una hora, y otra, y otra más, y mi griseta no se dejaba ver por parte alguna. ¿Será que la habré espantado? me pregunté.

¡Canástoles! pensaba sin cesar . En esa cara hay algo de extraordinario: ese mirar no es suyo, ni ese color, ni esa expresión de sobresalto, ni... ni ese vestido es el que llevaba puesto esta mañana paseando conmigo, ¡ea! aunque lo diga quien lo diga... Hasta en el pelo, ¡canástoles! si me apuran un poco, encuentro ya algo que me extraña: parece más apelmazado y obscuro...

Sería su inmediato heredero si Clara no viviese, añadió Lucía, que no dejaba por contar nada de cuanto sabía, cuando se hallaba entre personas, como Clara y su tío, que le infundían tanta confianza y cariño. Don Fadrique no llevó adelante la conversación. Quedó callado y como pensativo y melancólico. En silencio continuaron, pues, paseando hasta que llegaron al nacimiento.

Podía visitarle cuando quisiera y darle noticias de su mujer: aquello le alegraba mucho; ahora comprendía por qué los hombres son malos. Desde entonces el cura le visitaba casi todas las tardes, para fumar unos cuantos cigarros, hablando de Enriqueta, y alguna vez salían juntos, paseando por las afueras de Madrid como antiguos amigos.

Algunas veces paseando en landau con su marido, había visto fijarse en ella con atención y codicia las miradas del duque de S... del marqués de C... de encumbrados personajes políticos.

Y D. Bernardo contempló con expresión de lástima a su sobrino, que apenas podía posar, estirándose mucho, la barba sobre la mesa, y meditó breves momentos: después continuó paseando.

Todo el año emplea ARISTON en averiguar si Ciceron estudiaba sentado, ó paseando, si los vestidos que usaba eran varios, ó uniformes.

Paseando un día en el Prado, melancólico, encontró dos damas, callada la una y envuelta en un velo, y esforzándose la otra en acercársele, en hablar con él y en averiguar la causa de su tristeza.

Hundido en la cama y apagada la luz, sentía una intensa voluptuosidad recordando todo lo ocurrido aquella tarde. El cansancio del viaje, la mala noche pasada en el vagón, no le daban sueño, y con los ojos abiertos en la obscuridad iba reconstituyendo lo que la artista le había contado a última hora paseando por el jardín.

Se levantaba á las cinco y media de la mañana; á las seis bajaba á la capilla, leyendo durante media hora aquel libro que le acompañaba siempre: después meditaba una hora, oía misa y tomaba el desayuno, descansando hasta las diez ó paseando por la tranquila huerta que los buenos padres ponían á su disposición.

Palabra del Dia

buque

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