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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Tristán, sin hacer caso de estas palabras, siguió paseando agitado y colérico. Don Germán sonrió y replicó suavemente: Todo eso, amigo Núñez, me parece más gracioso que exacto. Jamás ha existido unanimidad de pareceres en este mundo. Mucho menos puede haberla en las obras literarias en que se trata de lo feo y lo bonito.
Oh, cuantas veces paseando. En una tarde tranquila, Al sentarnos cavilosos Del ancho mar á la orilla Con el baston, en la arena Mil caractéres ponia: Ya una palabra aislada Signo de melancolía; Ya una linea caprichosa Cual la idea fugitiva: Ya una letra mutilada Cual del infeliz la vida. Y sin pensar de repente, Si estas lineas recorria Encontraba escrito en ellas: «¡Ay, no tener una hija!»
Pues yo no me voy sin verla me dije, y pián pianito, comencé a pasear la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce me iba repitiendo a cada instante, a fin de comunicarme alientos para seguir paseando. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da vagar por un lado que por otro.
Algunas veces, especialmente por la noche, mostraba una inesperada magnanimidad, dejando que Julio saliese solo. Se acordaba de su juventud triunfadora en amores, que tantos éxitos había conseguido antes de la guerra. ¡Qué no obtendría ahora con su prestigio de soldado valeroso!... Paseando por su dormitorio antes de acostarse, se imaginaba al héroe en la amable compañía de una gran dama.
¿Y tú conoces al Romeo? preguntó al fin el conde. ¡Ya lo creo! respondió el aya sin mirarle. ¡Y tú también! ¿Por qué no me has llamado la atención hasta ahora? Ni una palabra ha salido de tus labios. Los criados no deben mezclarse en los asuntos de los amos. ¡Ya pareció la gotita de hiel! exclamó levantándose de nuevo y paseando por la estancia.
Se lo representó paseando con su mujer y sus hijos bajo los tilos de una plaza de provincia, escuchando todos con religiosa unción las melodías de una banda militar. Luego lo vió en la cervecería con sus amigos, hablando de problemas metafísicos entre dos conversaciones de negocios. Era el hombre de la vieja Alemania, un personaje de novela de Goethe.
Y dos meses estuvo almorzando pechugas de faisán con vinos olorosos, y paseando por el jardín con su capa de armiño y su sombrero de plumas, hasta que un día vino un chambelán de casaca carmesí con botones de topacio, a decirle que la reina lo quería ver, sentada en su trono de oro. Estoy cansada de ser reina, Loppi. Estoy cansada de que todos estos hombres me mientan y me adulen.
El coronel también se fué, y el príncipe pasó el resto de la tarde conversando con Novoa, paseando por sus jardines, viendo la puesta del sol, y finalmente leyendo en el hall, al pie de una lámpara que extendía su enorme pantalla rosa sobre una alta columna. Castro llegó solo, mucho antes de la hora de la comida. Estaba triste; silbaba, y su sonrisa era un rictus hostil. ¡Mala tarde!
¿Cómo podían sospecharse en la clase sus pasadas tribulaciones domésticas?... ¡Ah, sí!... ¡Ya lo recordaba!... Habiéndole visto un domingo el alumno Mario Aguilar de paseo con su hija, díjole zumbonamente el lunes, cuando iba a dictar su curso: ¡Lo felicitamos, monsieur Jaccotot!... Ya lo vimos ayer paseando con una linda rubia...
En este último pueblo descansamos un par de días, al cabo de los cuales volvimos á pisar la casa Real de Tayabas. Costumbres. Aprobación de actas. Un Gobernadorcillo electo paseando por Manila. El sastre municipal. Los faldones del frac, el sombrero de copa, la camisa de chorreras y el bastón. Vajilla, lámparas y rancho. Diez varas de glasé y diez de gró. Los caballeros utraques.
Palabra del Dia
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