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Actualizado: 4 de julio de 2025
¿Ve usted aquella casa, aquella, la nueva, la que está pintada de gris? Pues ahí vive una persona que toca mejor que Luisa.... ¿No lo sabía usted? ¡Ah! Sí, la señorita Fernández. ¡Sí! ¡Esa!... murmuró maliciosamente la parlanchina. ¿Y qué? ¿Qué? La señorita Fernández... repitió con mucha sorna la morena. ¿Por qué lo niega usted? dijo la rubia. ¿Qué tiene eso de malo?
¿Conque ahora mandas tú? le decía con sorna vaya, hombre, me alegro: pon un bando en el pasillo. ¡No! No saldrás sino cuando yo quiera; y, sobre todo, no vuelves a poner los pies donde has estado esta tarde. ¿Piensas que no sé a lo que vas? Eres mi hermana, ¿lo entiendes? y antes de que pierdas la vergüenza, seré capaz de ahogarte. ¡Uf! ¡qué miedo! Mañanita vuelvo si se me antoja...
¡Ah, maldita! ¿Conque no te gusta?... ¿Y esto, di, te gusta?... ¿eh, te gusta?... ¿eh, te gusta?... ¡Toma, toma, recondenada, maldita sea tu estampa! No se sabe cómo la hubiera dejado a no mediar D. Jaime y no subir Ángela de la cocina. Entre ambos le apartaron. Desde lejos, sujeto por los brazos, le preguntaba con rabiosa sorna: ¿Conque no quieres, eh?
Al cabo de unos momentos de silencio uno de los paisanos le preguntó sonriendo: ¿Querías decir un recado á Bartolo? Sí, una palabrita al oído nada más respondió el mozo fijando sus ojos airados en el techo. Nuevo silencio. Todos le contemplan con atención y curiosidad. Si tienes mucha prisa, esta misma noche antes de retirarme pasaré por su casa y se lo diré manifestó con sorna Martinán.
Pero estos torcían el gesto o levantaban los hombros, como presos a los que nada importa la placidez del tiempo fuera de su encierro. Rafael se presentó a caballo, subiendo a galope la cuesta de la viña, como si llegase del cortijo. Mucho madrugas, chaval dijo el padrino con sorna. Se conoce que no te dejan dormir las cosas de Marchamalo.
Ya que la princesa lo presentaba como ayudante de su marido, bien podía ser coronel. Y lo fué hasta para el joven príncipe, que al principio le daba este título con cierta sorna y acabó por llamarle «coronel» maquinalmente. Sus deseos de lujosa y abundante indumentaria se realizaron espléndidamente.
Tú eres mi mamá, mi nueva mamá. ¿No zabez, no zabez que mi otra mamá se ha marchado y que no volverá? Ya no vivo con mi otra mamá. Ahora tengo que vivir con papá y contigo. ¿Hace mucho tiempo que estás aquí? preguntó de mal humor Lady Clara. Me parece que hace tres días contestó Carolina después de una pausa. ¿Te parece? ¿No estás segura? dijo con sorna Lady Clara. ¿Pues, de dónde viniste?
Los burlados contestaban á la sorna con una carcajada, al pastel gubernamental respondían con un plato de pansit, ¡y todavía! Se reía, se chanceaba, pero era visible que en la alegría había esfuerzo; las risas vibraban de cierto temblor nervioso, de los ojos saltaban rápidas chispas y en más de uno se vió una lágrima brillar. Y sin embargo, aquellos jóvenes eran crueles, ¡eran injustos!
Agora os llega este caparazón y, despreciando mi demanda, se lo mandáis a él, que ya tiene sobrados. Todavía este puerco exclamó señalando al lacayo me lo enseña de lejos con sorna; se lo pido para mirallo, y echa a correr dando voces. Don Felipe seguía moviendo, de tiempo en tiempo, la cabeza, sin levantar la mirada.
Volvió a petrificarse entonces don Simón; pero fue de abochornado al ver descubierta su ruin sospecha; y como para enmendarlo, respondió con grandes aspavientos: ¡Ah, señor Ministro! Me juzga usted muy mal. Ya usted sabe que cuanto soy y tengo está a su disposición. Muchas gracias contestó con sorna su excelencia . Pero, felizmente, no se trata ahora de eso, sino de todo lo contrario.
Palabra del Dia
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