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Pero con respecto a los demás, dígasenos francamente si pueden subsistir con sus ganancias; aquel hombre negro y mal carado, que con la balanza rota y la alforja vieja parece, según lo maltratado, la imagen de la justicia, y cuya profesión es dar higos y pasas por hierro viejo; el otro que, siempre detrás de su acémila y tan inseparable de ella como alma y cuerpo, no vende nada, antes compra... palomina; capitalista verdadero, coloca sus fondos y tiene que revender después y ganar en su preciosa mercancía; ha de mantenerse él y su caballería, que al fin son dos aunque parecen uno, y eso suponiendo que no tenga más familia; el que vende alpiste para canarios, el que pregona pajuelas, etc.

, señor, hace una hora.... ¿Ha traído los cartuchos? , señor. ¿Y el alpiste? , señor. Pues dile que mañana muy temprano tiene que volver a la ciudad, con un recado para el señor Crespo. Deja... voy yo mismo a enterarle.... Escribiré dos letras; ¿no te parece, Ana? ese Anselmo es tan bruto.... Salió el amo del comedor.

Pues volviendo á la historia de Pisa, los padres del novio retiraron al hijo el dinero; esto es, quitaron el alpiste al pájaro para que volviera á la jaula. El estudiante encontró manera de hacer que su novia supiese lo ocurrido, porque no hay manera que no encuentren los que se aman; la novia se turba, se turba el novio, ambos se creen perdidos en sus ilusiones, se ven, se miran.... ¡Ah!

Conversando estuvieron largo rato, y la señora de Quevedo le enseñaba sus jaulas de pájaros, canarias en cría, un jilguero que sacaba agua del pozo, y comía extrayendo el alpiste de una caja, con otras curiosidades ornitológicas de que tenía llena la casa. A la hora de comer entró Quevedo muy fatigado, diciendo: «No hay nada todavía...». Y como vio allí al sobrino de doña Lupe, no dijo más.

Se oyeron como píos y aleteos, el ruido de una canariera cuando le ponen alpiste, y las chiquillas corrieron a rodear el tubo, mientras las grandes se hacían las desdeñosas, cual si las humillase la idea de que a su edad las convidaran a barquillos.

Los padres que opinan de otro modo están engañados, y mil desgracias que ocurran cada dia, vienen real y positivamente, menos de la liviandad de los hijos, que de aquel engaño de los padres. ¡Quitarles el alpiste, para que vivan encerrados en la jaula! No; eso no es tener hijos; eso es tener cautivos ó esclavos; eso no es ser padres; eso es ser carceleros.

En efecto, el pájaro vuelve á la jaula, cuando fuera de ella no encuentra alpiste; vuelve á la jaula para no morirse de hambre; pero no vuelve él; vuelve la necesidad que le obliga; vuelve el hambre que siente; no vuelve el hijo; vuelve el hambre. ¿Y qué? ¿Los padres son padres de esa hambre ó de ese hijo?

Gastaba una bata de color de almagre, y como su figura era casi esférica, no parecía persona que anda, sino un enorme queso de bola que iba rodando por las habitaciones y pasillos. No tardó en asociar al chico a sus operaciones, enseñándole a distribuir el alpiste a toda la familia. Con algunos sostenía doña Desdémona conversaciones maternales.

No es fácil saber lo que entonces pasó por su cerebro; algo de ruin y de bajo y de deshonroso para la raza a que pertenece debió de ser, porque olvidando en un punto los cariñosos cuidados de su ama, sus continuas caricias, los muchos chocolates que con ella compartió, el regalo de los bizcochos y los copiosos tarros de alpiste, se espulgó con grande indiferencia ante su vista, dijo varias veces pii, pii, con cierta sorna, y abriendo las alas se tendió por el espacio yendo a perderse entre el follaje de las huertas vecinas.

La renovación del alpiste y del agua daba a aquellos infelices y graciosos seres aprisionados una alegría insensata; y poniéndose todos a piar y a cantar a un tiempo, no era posible que se entendieran las personas que entre ellos estaban. Doña Desdémona hablaba por señas. Maxi parecía contento, y hubiera vuelto a empezar todas las operaciones por puro entretenimiento.