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Estudiante, abogado, juez, diputado, ministro, tribuno, empresario, capitalista, caballero, galan, magnate, casi pintor sin saber pintar; casi poeta sin saber hacer versos; siempre privado, aún habiendo perdido la privanza; siempre en pié, aún, cuando esté caido: ese es D. José Salamanca. Al judío Rothschild se le pregunta: ¿cuánto tienes? Y él contesta: tanto millones.

Pero como no sucedía así, los meses corrían y hasta los años, y Cafetera, lejos de llegar á capitalista, perdió los últimos pingajos de su vestido, ganando en cambio muchas nociones de baraja y no pocos títulos de borracho sobre el que ya tenía bien merecido. Entonces comenzó á mirar con desaliento la mezquindad de la Dársena, y la penuria de su explotación legal.

El hijo del capitalista, falto de capacidad, era expulsado por los malos negocios, y un nuevo individuo, aprovechando los residuos de su desgracia, venía á iniciarse en la poderosa secta. ¿Dónde encontrar una institución tan grande y poderosa y á la par tan democrática y modesta? ¿Y había locos que pedían la muerte ó la modificación de una fuerza que había transformado la Tierra?...

Con no mirar sus cuadros ó con no oir ó leer sus versos se remedia todo el mal que causan. No sucede lo mismo con aquellas profesiones de las que depende la grandeza ó la ruina de los Estados, la vida de muchos hombres y la hacienda de todos, desde el gran capitalista, al que tiene que vivir de un salario mezquino.

Ha fallecido en su celda del convento de las Salesas la señorita doña Rosa Carraspique y Somoza, hija del conocido capitalista ultramontano don Francisco de Asís, monja profesa con el nombre de sor Teresa. Mucho tendríamos que decir si quisiéramos hacernos eco de todos los comentarios a que ha dado lugar esta desgracia inopinada.

De tal modo que no dejó un solo capitalista en Sarrió a quien no tantease con el fin de embarcarle en alguna. Unas veces era un tranvía a la capital, otras un puerto de refugio o unos muelles de madera, otras una gran fonda. Algunos indianos, pocos por cierto, por él seducidos, pagaron con algunos miles de duros su inocencia.

Entretanto, Pablo, es preciso pensar, buscar: mañana vence el plazo, ¿ves? esta noche debieras ir a casa de ese aprovechado capitalista, que dice míster Robert: de noche será fácil encontrarle, si no, Pablo, no , no ... ¡Iré, ya lo creo que iré! ¡todo, todo, menos eso!

Además, había otra cosa, la principal, que enlazaba la empresa teatral con la fabril, a saber: el capitalista, que, en resumidas cuentas, venía a ser uno mismo: Emma.

Aprobó la muchacha el plan que su protector le propuso. Este, aunque no sin fatiga y esfuerzo, le prestó dinero para el viaje y logró darle también una muy valiosa carta de recomendación, dirigida con el mayor empeño y ahínco y por persona de grande influjo al más rico capitalista de Río de Janeiro, que era el Sr. de Figueredo, a quien ya conocemos.

Las leyes romanas, que daban al acreedor el derecho de vender como esclavo a su deudor, fueron hechas por los acreedores, dice Brooks Adams, y la expoliación capitalista mató al imperio romano. Eran, en efecto, en manos de los usureros, una máquina de arruinar a los más en beneficio de los menos.