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¡A con ingleses!... ¿ no sabes, Manolito, que todos los meses tengo que renovar el timbre de la puerta de mi casa porque lo gastan ellos de tanto tirar?... Pero yo lo tomo con más filosofía. Lejos de disgustarme, experimento una gran satisfacción cada vez que viene a visitarme un acreedor, porque es la prueba de que soy un buen hijo, de que cumplo la última voluntad de mi padre.

Viendo lo cual el gran gobernador, preguntó al acreedor qué respondía a lo que decía su contrario; y dijo que sin duda alguna su deudor debía de decir verdad, porque le tenía por hombre de bien y buen cristiano, y que a él se le debía de haber olvidado el cómo y cuándo se los había vuelto, y que desde allí en adelante jamás le pidiría nada.

Quedó meditabundo, y algunos minutos después levantó la cabeza, dándose cuenta de que su ayuda de cámara había entrado en la habitación. Se esforzó por ocultar su inquietud al enterarse de que un señor deseaba verle y no había querido dar su nombre. Era tal vez algún acreedor de su esposa, que se valía de este medio para llegar hasta él.

Fuera de Sevilla podemos citar un tipo de casa esencialmente plateresco, bellísimo por cierto, y acreedor á una monografía, que por lo menos nos conserve su memoria, pues, dado el relativo abandono en que se encuentra, sinó desaparece, sufrirá las consecuencias de restauraciones que la priven de su carácter primitivo adulterando sus preciosos ornatos. Nos referimos á la casita del Sr.

Abriólas una a una, y una a una las fue arrojando con furia sobre la gran piel de oso blanco, colocada al lado del lecho... Nada, nada: una invitación para un baile, una carta de Ángel Castropardo preguntando si le acompañaría a cenar aquella noche con las bufas de Arderíus después del teatro, una diatriba de un acreedor exasperado que le amenazaba con el embargo...

Prorumpió en amargas quejas contra el hombre de estado; vertió lágrimas; se lamentó amargamente de que hubieran negado á su marido un cargo á que podia aspirar por su cuna, y de que le hacian acreedor sus heridas y servicios; y habló con tanta energía, se quejó con tal gracia, desvaneció con tal maña los reparos, con tal eloqüencia esforzó sus razones, que no salió del gabinete hasta haber conseguido la fortuna de su marido.

Si algo he hecho y puedo hacer por mi patria; si alguna huella dejo en el mundo; si la Providencia ha querido favorecerme con esta altísima merced, á que seguramente no me considero acreedor, España deberia agradecerlo al marido de mi hermana Filomena, D. Antonio Miravent y Bogarin, á su hermano D. Francisco, y al marido de mi hermana Amparo, D. Juan María de Zarandieta, naturales todos de la isla Cristina, provincia de Huelva.

37 Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando entendió que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un alabastro de ungüento, 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dice: Di, Maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?

A pesar de esto, la pobre señora, que pasó aquella noche atormentada por el insomnio y la zozobra, volvió al día siguiente a visitar a su acreedor. «¿Y la familiale preguntó él después del saludo.

Las leyes romanas, que daban al acreedor el derecho de vender como esclavo a su deudor, fueron hechas por los acreedores, dice Brooks Adams, y la expoliación capitalista mató al imperio romano. Eran, en efecto, en manos de los usureros, una máquina de arruinar a los más en beneficio de los menos.