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La vasta sábana de la ría, en vez de los tristes y metálicos reflejos del invierno, dejaba escapar ahora hermosos destellos azules, y las cáscaras de nuez, llamadas barcos por mal nombre, cabeceaban impacientes en la dársena como otros potros preparados a salir.

Don Rosendo anunció que el del número próximo era mucho más interesante, y se fué. En un corro de marinos que había en el muelle le felicitaron con rudo entusiasmo y le insinuaron la idea de que la dársena estaba muy sucia y era menester dragarla. Se dragaría: ¡vaya si se dragaría! Don Rosendo se alejó gravemente poseído de su omnipotencia.

Con la propia sencilla buena fe, desde el centro de la Dársena se extendía hasta los contornos; y si se forraba algún casco, nunca le faltaba una chapita ó clavo de cobre que ocultar en su remendada espuerta. Tal era la parte menos legal de su industria, que, en el poco tiempo que la ejerció, expuso su individual independencia á mil y un riesgos apuradillos. Por lo demás, lo pasaba en grande.

La costa del fondo de la bahía forma dos ensenadas separadas por la punta Binuni, que se halla próximamente en el punto medio de su longitud. Bahía de Panguil. Se encuentra en el ángulo SO. de la bahía de Illigan, se interna en esta dirección 10 millas en forma de un ancho canal, y termina en una espaciosa dársena circular de 5 millas de diámetro, casi completamente obstruída por su poco fondo.

Venía, como ahora, la cuestión del puerto, y acudía al diccionario en busca de las palabras puerto, dársena, mareas, dragas, vientos, etc. Siete artículos llevaba escritos y publicados a la sazón, para demostrar la necesidad de construir una gran dársena frente a Sarrió, en un punto denominado Fonil.

En seguida dió un par de chupadas á una punta que halló pegada á la testera del catre, mientras se amarraba con una escota los enciclopédicos calzones á la cintura; ocultó sus greñas bajo la cúspide de un gorro catalán; y, por último, lanzóse calle abajo en busca de aventuras, osado el continente, alegre la mirada, y tan lleno de júbilo como pudiera estarlo, en un caso muy parecido, el famoso manchego, si bien, á la inversa de éste, no se le daba una higa porque la posteridad recordase ó no que ya el rubicundo Apolo extendía sus dorados cabellos por la faz de la anchurosa tierra, cuando él, perdiendo de vista su casa, comenzó á respirar los corrompidos aires de la Dársena.

La dársena, negra y solitaria, se poblaba de tenues lucecillas en lo alto de los mástiles. Quedó indeciso Ferragut entre ir á comer á su casa ó en un restorán de la Rambla. Luego sospechó que algunos de los fugitivos del cafetucho podían estar cerca de él, dispuestos á seguirle.

Las costas del puerto se hallan rodeadas de un pequeño arrecife acantilado, que en las puntas de la entrada de la dársena pequeña ó del O. salen próximamente un cable para el N.; el canal suele estar señalado por las valizas que ponen los naturales en las extremidades de estas restingas.

Concluyó por decirle, poniéndole la mano en el hombro: Desengáñese usted, Belinchón: en la dársena de usted, con viento entablado del Noroeste, no entran ni las sardinas. El que más gozaba en esta fiesta, ¿quién lo diría? era un anciano, el buen don Mateo, a quien se debía exclusivamente. Para él, aquel baile significaba uno de los grandes triunfos de su vida.

Pero se sentía solo: se notaba la amargura del aislamiento en su gesto ensimismado y triste, en la alegría momentánea que experimentaba al ver á su primo, el único que lograba ablandar su carácter huraño, excitando sus confidencias. El carruaje había dejado atrás la dársena de Axpe, llena de vapores que esperaban turno para la carga; de buques sin flete que dormían en las aguas muertas.