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Trabajó en sombreros de fieltro, en calzado de Soldevilla, y derramó por toda la Península, como se esparce sobre el papel la arenilla de una salvadera, diferentes artículos de comercio. En otra temporada corrió chocolates, pañuelos y chales galería, conservas, devocionarios y hasta palillos de dientes.

Los criados entraban con bandejas de chocolates y de helados. Cobo Ramírez cogió una mesilla japonesa, la llevó a un rincón, sentóse frente a ella y se apercibió a engullir. Pepa Frías echó una mirada en torno, y viendo al general Patiño acercarse, le dijo: General, tome usted estas cartas: estoy cansada de jugar. Dáselas a Pepe, Clementina; vamos un poco al salón.

Los de Santa Cruz no transigían con los chocolates industriales, y el que tomaban había de ser hecho a brazo. Mientras el chocolatero trabajaba, Estupiñá se convertía en mosca, quiero decir que estaba todo el día dando vueltas alrededor de la tarea para ver si se hacía a toda conciencia, porque en estas cosas hay que andar con mucho ojo.

Esto ya se sabe por referencia de don Claudio Fuertes; pero una cosa es saberlo de oídas, y otra muy diferente verlo con los ojos de la cara; subir por su escalera angosta, entre la tienda de Periquet y el Bazar del Papagayo; sentir estremecerse los peldaños desnivelados, debajo de los pies; abocar al vestíbulo mal oliente, obscuro, casi tenebroso de día, con algunas perchas desiguales y una bastonera de listones, larga y estrecha; echarse a la ventura por cualquiera de los dos pasadizos que arrancan de allí, uno a la derecha y otro a la izquierda, con el suelo esponjoso y temblón, de puro viejo, y ver aquí un cuarto lleno de cajones vacíos, de quinqués desvencijados, de montones de periódicos de desecho y de vasijas quebradas; más allá un tabuco con honores de secretaría, conteniendo un estante de pino con papeles y algunos libros de cuentas, cuatro sillas ordinarias y una mesa con tapete verde, cartapacio de badana y escribanía de azófar; un saloncillo después con una mesa larga con media docena de periódicos encima y buen número de sillas alrededor, un armariote entre dos huecos de la pared con algunos libros maltratados y varias colecciones de la Gaceta, un reló de caja en un testero, y en el de enfrente un calendario debajo de un gran anuncio encuadrado de los chocolates de Matías López, y dos quinqués, con reflectores de latón, colgados del techo sobre la mesa.

Cajas Imperio con la Recamier o Josefina tendidas en un sofá; cofres forrados de seda con pastorcitos de Wateau, verdaderas maletas de terciopelo flordelisado... Y las pobrecitas, ¡tan amables! con el gusto de exhibir los regalos de sus relaciones, hacen todas las tardes su ronda en el lado distinguido de la cubierta, y la gente pasa el viaje mascando caramelos y chocolates con crema.

Cenaremos, cenaremos: al menos para cenar espero que nos alcanzará el rato que dure la parada.... ¿Hay apetito, eh? Ello es que... que no has probado casi nada hoy.... Con la prisa y el ahogo... y atender a que sirviesen bien los chocolates... y la pena de dejar al pobre papá, y de verle tan alicaído... y también.... ¿Qué más?

No es fácil saber lo que entonces pasó por su cerebro; algo de ruin y de bajo y de deshonroso para la raza a que pertenece debió de ser, porque olvidando en un punto los cariñosos cuidados de su ama, sus continuas caricias, los muchos chocolates que con ella compartió, el regalo de los bizcochos y los copiosos tarros de alpiste, se espulgó con grande indiferencia ante su vista, dijo varias veces pii, pii, con cierta sorna, y abriendo las alas se tendió por el espacio yendo a perderse entre el follaje de las huertas vecinas.

El cacao holandés se vende considerablemente en Inglaterra, y tiene mucha aceptación en los Estados Unidos, en tanto que los chocolates norteamericanos y franceses se venden en el orbe entero.