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Instintivamente palpé el espesor de las ropas de mi cama; y aunque era muy considerable, retiré la colcha de damasco rojo y puse en su lugar mi pesada manta de viaje en dos dobleces. Sentía los pies helados, y me calcé unas zapatillas forradas de piel; y no me envolví el cuerpo en un abrigo ruso de que iba provisto, porque estaba resuelto a darme otro chamuscón en la cocina inmediatamente.

El enfermo se agita, se estira, efectúa el movimiento como para bostezar; su estado se agrava hácia la noche, no puede dormir; las manos y los piés están helados, adormecidos, temblorosos; frio interior sin calosfríos, pero con laxitud y pesadez de cabeza que le fatiga; la cara y las partes genitales se conservan calientes; tiene apetito y se dispone á satisfacerle.

El curioso observa cómo el sentimiento de lo pintoresco, el instinto comercial y la previsión higiénica han determinado la formacion uniforme de todas las poblaciones del trayecto. Rarísima es la villa ó ciudad, grande ó pequeña, que no reposa sobre la margen de un rio, al pié ó en la falda de una ó mas colinas que la defienden de los vientos helados y violentos del este.

Durante el invierno complacíase en flagelar su ventana con copos de nieve ó vientos helados, siendo causa de que no pudiese pegar los ojos. En las interminables noches invernales azotaba sin tregua ni descanso la roca do estaba asentada su vivienda; en verano ofrecíale huracanes inconmensurables, relámpagos de un mundo al otro.

Pero á vueltas de tan sorprendentes espectáculos, los dejan helados de espanto haciéndoles ver que el odio al nombre de Cristo es en ellos inextinguible.

La fiebre amarilla reinaba, aunque no con violencia, y debo declarar que se condujo con nosotros de una manera bastante decorosa, pues, despreciando los sanos consejos de la experiencia, no sólo tomamos algunas frutas, sino que pasamos los tres días bebiendo licores y refrescos helados.

Las fuentes, enmudecidas en su parlero rumor, parecían decoraciones de azúcar por la quietud de sus chorros helados de mil facetas. En las murallas las formidables piezas de gran calibre estaban arrebujadas en la nieve, y por un pliegue del frío capote asomaban sus bostezantes bocas negras amenazando al campo.

Y la hangadilla, arrastrada a la deriva, entró en el Paraná. Las noches son esa época excesivamente frescas, y los dos mensú, con los pies en el agua, pasaron la noche helados, uno junto al otro. La corriente del Paraná que llegaba cargado de inmensas lluvias, retorcía la jangada en el borbollón de sus remolinos, y aflojaba lentamente los nudos de isipó.

En el centro están los talleres ó fábricas y las habitaciones de la clase media; al sur, cerca de la grande estacion del ferrocarril y el telégrafo, y de la aduana, se encuentran los famosos hoteles para los viajeros; y en el barrio oriental viven los obreros, se cruzan las vivanderas y hormiguean los campesinos, terminando la ciudad hácia el norte y el éste por una serie de quintas, huertas de hortalizas y jardines que tienen el aspecto mas pintoresco aún en los dias helados de invierno rigoroso.

Hacía una hora que el padre y los hijos se hallaban sentados en el tronco cortado de un árbol, a la orilla del río, el ojo alerta y los pies en la nieve, como al acecho. De vez en cuando el anciano decía a sus hijos: No cómo tiritan tanto allá abajo. Nunca he visto una noche tan templada en este tiempo; es una noche de corzos; los arroyos no están siquiera helados.