United States or Tuvalu ? Vote for the TOP Country of the Week !


Este asiático fué colocando sobre el suelo enormes bandejas que contenían los manjares: unas de plata antigua repujada á martillo, otras de laca multicolor ó de materias semitransparentes que imitaban la esmeralda, el topacio y el lacre rojo. Miguel se imaginó la locura de un gran maestro de cocina que en pleno delirio dispusiera el orden de un banquete.

Apareció un criado: le hizo el ama una seña: no se pasaron cinco minutos sin que se presentase nuevamente y en pos de él otros dos con sendas bandejas en las manos colmadas de tazas de te, pastas y bizcochos. Momento de agradable expansión en la tertulia. Todos se ponen en movimiento y brilla en los ojos el placer del animal que va a satisfacer una necesidad orgánica.

En un gabinete inmediato aguardaban las mesas de juego el dinero de los apasionados tertuliantes, y más adentro tres o cuatro desaforadas bandejas llenas de dulces nos prometían agradable refrigerio para cuando todo acabase.

Yo he querido competir con mi amigo D. Arturo, y sin robarle su marca registrada he hecho aguardiente de anís doble también, que es tan altruista y tiene un espíritu tan sociológico como el suyo. Estas muchachas traerán en sendas bandejas copas y aguardiente de Villalegre y de Chinchón.

Después esparcía miradas de felicitación por toda la capacidad de la sala, por la sillería de reps que había sido desnudada de sus fundas de percal, y por las cajitas de dulces, las bandejas de latón y demás chucherías... Todo estaba bien, perfectamente bien.

MODO DE LIMPIAR LA PLATA. Lo más corriente es limpiarla con agua jabonosa; pero siquiera un vez por semana debe limpiarse con una papilla hecha con agua y bicarbonato; cuando las bandejas, fuentes, y, en general, la vajilla de plata está muy sucia, se le pasa un paño, cepillo o brocha mojada en amoniato líquido de veintidós grados; se frota después ligeramente con una franela o gamuza y quedará muy limpia y brillante.

El decoroso fausto del señor de la Lage; sus bandejas y candelabros de plata; su mueblaje rico y antiguo; la respetabilidad de sus relaciones, compuestas de lo más selecto de la ciudad; su honesta tertulia nocturna de canónigos y personas formales que venían a hacerle la partida de tresillo; sus criados respetuosos, a veces descuidados, pero nunca insolentes ni entrometidos, todo se le figuraba a don Pedro sátira viviente del desarreglo de los Pazos, de aquella vida torpe, de las comidas sin mantel, de las ventanas sin vidrios, de la familiaridad con mozas y gañanes.

Primero pasaron dos criadas repartiendo platos, servilletas y cucharillas de plata; luego entraron otras dos criadas, que traían sendas bandejas llenas de tacillas de cristal con almíbares diferentes. Cada tertuliano fué tomando en su asiento una tacilla del almíbar que más le gustaba.

Al regresar hubo refresco para la familia y amigos íntimos solamente: un refresco a la antigua española, con almíbares, sorbetes, chocolate, vino generoso, bizcochos, dulces variadísimos, todo servido en macizas salvillas y bandejas de plata, con gran etiqueta y compostura.

Del fondo del segundo salón llegaban, confundidos con risas de mujeres y choque de bandejas, los tecleos del piano y los gemidos de los violines; del techo, coloreado a la vez por el reflejo azul de la tarde y el frío resplandor de las ampollas eléctricas, descendían gorjeos de pájaros, como una evocación campestre que parecía animar la artificial rigidez del jardín contrahecho.