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Nosotros habiamos salido de casa para almorzar: íbamos, pues, en traje de almuerzo, y nuestro aliño no podia sostener con honra la aspiracion de comprar chales de cinco mil y pico de francos; ó sea una cantidad casi superior á la que nosotros teniamos en Paris.

Al llegar a este punto las lágrimas ahogaron mis palabras, y me asaltó una aflicción tan grande que tuvieron que arrastrarme apresuradamente, fuera de la sala... Al despertarme me encontré sobre un canapé demasiado corto para mi talla. Estaba sepultado bajo una montaña de capuchas, de esclavinas y de chales de lana. Tenía el pescuezo torcido y las piernas acalambradas.

Trabajó en sombreros de fieltro, en calzado de Soldevilla, y derramó por toda la Península, como se esparce sobre el papel la arenilla de una salvadera, diferentes artículos de comercio. En otra temporada corrió chocolates, pañuelos y chales galería, conservas, devocionarios y hasta palillos de dientes.

La comitiva siente casi al mismo tiempo un leve temblor de frío; las señoras se embozan en los chales y tiran hacia las pieles que cubren sus rodillas; los caballeros se esfuerzan en meterse los abrigos y agitan los brazos en el aire como aspas de molino; piafan los caballos pensando en las próximas dulzuras del pesebre, y los aurigas chasquean el látigo enderezándolos ya hacia la ciudad.

Todas acudían allí para traer telas, alhajas, primores y otros objetos de arte producto de la industria europea, conque satisfacer el amor al fausto de los portugueses, y para llevar, en cambio clavo y pimienta, perfumes de Arabia, canela de Ceilán, sedas y porcelanas del Catay, marfil de Guinea, alfombras de Persia, chales y albornoces de Cachemira, perlas, diamantes y rubíes de las montañas y de los golfos de la India, bambúes y cañas y tejidos de algodón y de nipa de Bengala, monos, papagayos y otras aves de vistosas plumas, y mil exóticas curiosidades del extremo Oriente.

Miguel Nieto ha pintado, en un intenso amor por lo oriental, una cadencia. En su cuadro la Tórtola Valencia danza, febril, la danza del incienso. El cielo nocturnal, azul de Oriente, dosela su figura. Orientales perfumes la circundan, y sus chales resbalan de sus hombros lentamente. Extraña luz, como de mármol blanco entrevisto a través de una esmeralda, estiliza su rostro de judía.

Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos hombros con costosos chales o vistosos abrigos.

He traído para ella telas bordadas del país de los Seras, alfombras de Ctesifón, perlas y diamantes, papagayos y monos de la India, perfumes y oro de Arabia, y chales de Cachemira.

Los movimientos de la comunidad y educandas, para alzarse, sentarse o arrodillarse eran simultáneos, como si las empujase un mismo resorte. Al alzar y consumir escuchábase en la capilla un rumor extraño, como el de truenos lejanos, que me sorprendió en extremo, hasta que vine a comprender que era producido por el golpe de las manos sobre el lienzo almidonado de los chales.

Los eunucos hacinaron telas, papeles, muebles, cuantos objetos consideraron más combustibles, alzándolos en montón contra la pared de la espléndida sala, cubierta de sedas del Catay y de chales y tapices de Cachemira, y cuya artesonada techumbre era de nácar, concha, sándalo, cedro y otras preciosas maderas que en delicados embutidos y en linda taracea se combinaban.