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¡Atrás, niñas! dijo doña Manuela a sus hijas . ¡Atrás, que vienen esos brutos! Los brutos eran los de la degòlla: un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos.

Somos tan torpes, que al ver una oveja no pensamos que en ella están nuestros gabanes. ¿Y quién ha de decir que las chambras y enaguas han salido de un árbol? ¡Toma, el algodón! ¿Pues y los tintes? El carmín ha sido un bichito, y el negro una naranja agria, y los verdes y azules carbón de piedra.

Veíanse allí gabanes aprovechados de un hermano mayor, y tan desmesuradamente largos, que el talle besaba las corvas y los faldones barrían el piso, si ya un tijeretazo oportuno no los había suprimido; en cambio, no faltaba pantalón tan corto, que, no logrando encubrir la rodilla, arregazaba impúdicamente descubriendo medio muslo.

Sorprendió la mirada irónica de los dos servidores al colgar algunos de estos gabanes, así como ciertos abrigos de pieles con grandes calvas, pertenecientes á señoras que ostentaban extravagantes tocados.

Cambiaba el diario espectáculo de mares y tierras, cambiaba la temperatura y el curso de los astros; las gentes, arrebujadas en gabanes invernales, vestían de blanco una semana después y buscaban en el cielo las nuevas estrellas del opuesto hemisferio... y su camarote siempre igual, como si fuese un rincón de un planeta aparte, insensible á las variaciones de este mundo.

Escogiose el terreno, que fue un camino de arena mejor resguardado que los otros por dos altos setos de rosal; midiéronse los sables; despojáronse los adversarios de los gabanes y levitas, quedando con el chaleco, en gracia del frío que hacía; colocóseles en su sitio con el sable en la mano: por último, el conde de Ríos, como la persona de más respeto que allí había, se colocó en el medio, alargó los brazos tomando con los dedos las puntas de los dos sables y se apartó diciendo con fuerte entonación: Señores, cumplan VV. con su deber.

Entretanto los coches venían en vertiginosa carrera, paraban de firme junto á la puerta depositando á la alta sociedad. Las señoras, aunque apenas hacía fresco, lucían magníficos chales, pañolones de seda y hasta abrigos de entretiempo; los caballeros, los que iban de frac y corbata blanca usaban gabanes, otros los llevaban sobre el brazo luciendo los ricos forros de seda.

Y, sin embargo, allí no había muchos gabanes más flamantes que el suyo, ni muchas camisas más limpias, ni muchas botas más aplomadas. Al contrario, abundaban los paños raídos, los pantalones con rodilleras, las camisas de tres días y los tacones de medio lado. ¿En qué consistía, pues, la indiferencia con que se le miraba allí y fuera de allí?

Viejos con luengas barbas, gorros de piel de cordero y peludos gabanes, permanecían en cuclillas mirando el mar, como fakires en éxtasis. Unos jóvenes tendidos sobre el vientre, con la quijada entre las manos, escuchaban la lectura en alta voz de un camarada.

Otro gran nombre es Reynot. Por su elegante gabinete han pasado los gabanes más mugrientos, los chapeos más abollados, los zapatos más ruinosos. Reynot siente una gran satisfacción protegiendo las letras patrias... con un montoncito de perras gordas. Su tiempo precioso ha estado dividido entre la filantropía literaria y el servicio de incendios.