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Actualizado: 9 de julio de 2025


Después de éstos vacunarán a los de popa: gente menos limpia y presentable que «los latinos», con largas melenas y gabanes de piel de carnero. Arriba estaremos mejor. Y subieron a lo más alto del buque, a la cubierta de los botes, buscando la sombra de un toldo y dos sillones libres para descansar en la soledad azul impregnada de luz.

Antes que se me olvide, voy á consignar el efecto de aquella inmensa blancura; deslumhra, y no puede soportarse: todos los hombres que allí trabajan tienen anteojos verdes: nosotros tuvimos precision de mirar siempre á un punto fijo, á la ropa de nuestros gabanes negros.

Había bruma en el golfo, el sol no era mas que un redondel rojo que podía mirarse de frente, lo mismo que en los países septentrionales; las montañas tenían un vestido de plomo; las nubes ocultaban el cono del volcán; el mar parecía de estaño, y un viento frío hinchaba, como velas, faldas y gabanes, haciendo correr á las gentes por el paseo de la ribera.

No era difícil conocer al primer golpe de vista a las notabilidades de la ciudad: una fila de altos sombreros de felpa, de bastones de roten o concha con puño de oro, de gabanes de castor, todo puesto en caballeros provectos y seriotes, revelaba claramente a las autoridades, regente, magistrados, segundo cabo, gobernador civil; seis o siete pantalones gris perla, pares de guantes claros y flamantes corbatas denunciaban a la dorada juventud; unas cuantas sombrillas de raso, un ramillete de vestidos que trascendían de mil leguas a importación madrileña, indicaban a las dueñas del cetro de la moda.

Llama á las ovejas y les dice: «Con el calor que se ha entrado, señoras, para nada necesitáis esos gabanes de invierno.» ¡Es admirable el equipo de la muchedumbre pecuaria!

El cielo gris derramaba violentas lluvias, acompañadas algunas veces de copos de nieve. La gente, vestida ya con trajes ligeros, abría armarios y cofres para sacar capas y gabanes. La lluvia ennegrecía y deformaba los blancos sombreros primaverales. Hacía dos semanas que no se daban funciones en la Plaza de Toros.

Hay hombres que pasan toda la tarde con el sombrero bajo el brazo, por ahorrarse los cincuenta céntimos que cuesta dejarlo en el vestíbulo del Casino. Hoy, al entrar, he visto á un viejo que espera á un amigo suyo todos los días junto al mostrador del guardarropa. Depositan juntos sus sombreros y gabanes; así, cada uno sólo paga veinticinco céntimos.

Funcionaba en la explanada de popa una estufa de desinfección, y pasaban por ella los trajes de los emigrantes que eran susceptibles aún de cierto uso a juicio de los empleados. Las piezas andrajosas, los gabanes de pieles de imposible despoblación, los calzados rotos, los arrojaban al mar, flotando en la estela del buque un rosario de míseros objetos. Las personas eran sometidas a ruda limpieza.

Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos hombros con costosos chales o vistosos abrigos.

No quiero hablar de las otras muchas levitas y gabanes flamantes que se veían por Madrid, ni de las señoras que trocaban sus anticuados trajes por otros elegantes y de última novedad. Este es un fenómeno histórico muy conocido.

Palabra del Dia

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