United States or Burkina Faso ? Vote for the TOP Country of the Week !


En el comedor, oficiales subalternos de un batallón de cazadores, jóvenes tenientes que fumaban con aire aburrido y contemplaban a través de las ventanas, como prisioneros del mar, la inmensa extensión azul. Mientras comían lamentábanse de la mala suerte de su juventud, inútil y perdida en este peñón.

Las bujías se iban gastando; la orquesta, que había tocado sin éxito alguno dos o tres bailables, se desmoralizaba; los músicos charlaban en voz alta o paseaban por el salón y hasta fumaban; los hujieres y mozos bostezaban, tirándose unos a otros indirectas referentes a las dulzuras del lecho.

No dijo Maltrana después de alguna vacilación . Las cosas se desarrollaron en el fumadero en santa paz. Muchas botellas destapadas, mucho canto. Las damas encontraron duros los asientos y al final fumaban con la cabeza apoyada en un señor y los pies en otro... ¡Orden completo! El mayordomo se asomaba a la puerta para sonreír como un maestro satisfecho de sus chicos.

Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos hombros con costosos chales o vistosos abrigos.

Quién llevaba morral, quién alforjas, quién manta, los más, nada; veíanse muchos descalzos, despeados; pocos fumaban, no reía ninguno.

Y como la bolsa del otro era respetada y sólo se atrevían a visitarla personas de posición, a Ronzal le llevaban los diablos. Desde su bolsa hasta se arrojaban perros-chicos a la escena, para exagerar la falta de compostura de los de enfrente. Algunos insolentes fumaban allí a vista del público y dejaban caer bolas de papel sobre alguna respetable calva de la orquesta.

Aresti vió todo el resto del monasterio: el refectorio, con su púlpito para la lectura; la capilla, en la que hacían los hombres sus ejercicios espirituales, colocando los Padres á la puerta una bandeja para que los jóvenes depositasen en un papel cerrado sus peticiones á la Virgen; la cocina, donde los hermanos guisanderos le explicaron los tres platos sólidos que correspondían á los individuos en cada comida: el salón acristalado, en el cual fumaban sacerdotes y seglares un cigarrillo único, pues en el resto del monasterio, aunque el fumar no estaba prohibido, era mal visto por los superiores.

Algunos, perezosamente reclinados, leían novelas y fumaban; otros dormían cabizbajos, apoyados en la baranda á la sombra del toldo. Yo disertaba con mis dos compañeros franceses sobre la historia de España, su porvenir, y el destino de ese mundo de fuego el África que nos enviaba sus ráfagas fortificantes.

Por la puerta, que dejó abierta, se veía, allá en el fondo, pasar los negros sirviendo te a los empleados: en la primera pieza, después del salón rojo, algunos de éstos, de pie, fumaban y charlaban, familiarmente, pero Esteven, aunque miró al descuido alguna vez, no percibió al viejo Vargas y sus ojillos de víbora, y eso que ahí estaba en su sillón de cuero, sin levantar cabeza el excelente hombre.

Algunas, á pesar de sus extraordinarias vestimentas, envidiaban el luto de Julieta. Una de ellas fué más lejos en la manifestación de sus deseos: ¡Qué suerte tener un muerto en la familia! ¡El negro sienta tan bien!... Todas fumaban. Se habían tendido en el suelo, sobre pieles de oso blanco ó redondos almohadones de seda, abullonados y con un botón hondo en el centro, semejantes á calabazas.