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Los franceses vencieron en Argelia, y los ingleses en el Transvaal y los americanos en Filipinas, porque tanto los argelinos, como los boers y los tagalos aceptaban con frecuencia las batallas, y en no pocos casos hasta se atrevían á provocarlas.

En mis juventudes no nos pagábamos de tales extravagancias; buenos brillantes, bonitas perlas, algún corazón de rubíes.... ¡ah! también usábamos los camafeos; pero era un capricho precioso... se grababa en ellos el retrato de uno mismo... o alguna virgen, algún santo. Reinó breve silencio; las Amézagas no se atrevían a replicar, subyugadas por el señorío de aquella autorizadísima voz.

Los hombres interrumpian sus trabajos durante la indisposicion mensual de sus mugeres, y no se atrevian á emprender cosa alguna mientras permanecian viudos. A pesar de la diferencia de lenguage, los Cayuvavas se parecen demasiado á los Moxos, en el carácter y otras circunstancias físicas y morales, para que no pertenezcan á la misma rama que estos.

Las personas desconocidas, las mujeres de pueblo no se atrevían a tanto, y las pocas de esta clase que confesaban con él acudían en montón a la capilla obscura cuyos secretos envidiaba don Custodio; allí esperaban el turno de las penitentes anónimas. Estas humildes devotas ya sabían cuáles eran los días de descanso para el Magistral.

¡Á pedricar al limbo, tiña, que está lleno de inocentes! decía á los catequistas que se atrevían á hablarle ... desde lejos. ¡Pero á !... Yo ya que si quiero comer tengo que jalar del remo y jugarme la vida en la mar seis veces á la semana.... ¡Allí sus quisiera yo ver, tiña!

Además de que el tabique intermedio dificultaba la conversación, los más no se atrevían, de hecho, a dar por no existente una diferencia de clases de que en teoría muchos se burlaban.

Aunque el hombre se habitúa antes a la dicha que al dolor, sus corazones permanecieron varios días en suspenso. Temían ser víctimas de una ilusión; no se atrevían a felicitarse de un milagro tan poco esperado, y se preguntaban si esa apariencia de curación no era el supremo esfuerzo de un ser que se aferra a la vida, el postrer relámpago de una lámpara que se apaga.

No se atrevían á dirigirse mutuas preguntas y se espiaban, temiendo sorprender en sus fisonomías la huella de una inquietud, la prueba de una pena. Hubieran querido convencerse de que habían renunciado, Roussel á sus prevenciones y Mauricio á su amor.... Pero sabían que esto era imposible y ambos sufrían.

El joven ni oyó siquiera las palabras de sus amigos, y tambaleando y como pudo llegó á la tumba, y aproximóse á la estatua; pero al tenderle los brazos, resonó un grito de horror en el templo. Arrojando sangre por ojos, boca y nariz había caído desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro. Los oficiales, mudos y espantados, ni se atrevían á dar un paso para prestarle socorro.

Además, golpearon é hirieron á unos cuantos olvidadizos del pasado que se atrevían á protestar y hablaban de sus cónsules, como si las revoluciones de los años anteriores no les hubiesen enseñado nada. Los soldados querían terminar pronto su trabajo. Estaban enterados del programa de todo general que se subleva en una ciudad.