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Su pensamiento rebelde se esquivaba de aquel cruel cuadro, y por una de esas perversiones de la imaginación que en las crisis violentas se agita como un muelle roto, seguía viendo sin cesar la capilla de Santa Ana y los dos novios delante del altar erizado de puntas de hierro y de fuego, doloroso emblema del Destino, donde se consumía lentamente la «cera de los desposorios

Barigüí, siempre danzando y berreando ante el hombre, esquivaba los golpes. Maniobraron así cincuenta metros, hasta que el chacarero pudo forzar a la bestia contra el alambrado. Pero ésta, con la decisión pesada y bruta de su fuerza, hundió la cabeza entre los hilos y pasó, bajo un agudo violineo de alambres y de grampas lanzadas a veinte metros.

Ella, más cauta en el hablar que en el mirar, ya bajaba los ojos y se esquivaba sin responder, ya respondía con desvío, si bien templado y dulcificado por el respeto y por la afectuosa consideración que personaje de tantas campanillas no podía menos de inspirarle. Tampoco atinaba Juanita a disimular el contento consolador que tamaña lisonja y tales halagos ponían en su pecho.

Yo llegué como a las diez... y os aseguro que los miércoles de mi tía Valentina no sobresalían por su loca alegría. Hacía veinte minutos que me aburría, cuando vi a Rogerio de Puymartin que se esquivaba con mucho disimulo. Lo alcanzo en el vestíbulo y le digo: «Espera, te acompañaré a tu casa. ¡Oh! no voy a casa. ¿Y dónde vas? A un baile. ¿En casa de quién?

Para Visita era el tiempo siempre el mismo, no pensaba en él, y sólo le servía de tópico de conversación en las visitas de cumplido. La del Banco, como pajarita de las nieves, saltaba de piedra en piedra, esquivaba los charcos, y de paso, dejaba ver el pie no mal calzado, las enaguas no muy limpias, y a veces algo de una pantorrilla digna de mejor media.

En tanto Quintanar, un poco avergonzado en presencia de aquellos juguetes irónicos que se le reían en las barbas, esquivaba su despacho siempre que podía; y ni cartas escribía allí. Además; las colecciones botánicas, mineralógicas y entomológicas yacían en un desorden caótico, y la pereza de emprender la tarea penosa de volver a clasificar tantas yerbas y mosquitos también le alejaba de su casa.

Un día llegó á la casa un soldado con una cédula de aposento; fué aposentado, y vivió con nosotros algunos días: Margarita cambió; se puso triste, esquivaba mi compañía, y no sólo mi compañía, sino la de todo el mundo... Yo no sabía á qué atribuir aquella tristeza; la preguntaba y me respondía sonriendo: No estoy triste. Su sonrisa desmentía sus palabras.

En el boj que bordeaba el camino, tropezaba Lorenzo a cada paso, al mismo tiempo que esquivaba, al tacto, las guías con flores que los rosales parecían tenderle como para brindarle las galas de sus productos.

Á pesar de la benignidad y dulce condición de Clara, D. Fadrique advertía con pena que aquella linda criatura esquivaba su conversación; casi no le respondía sino con monosílabos, y hasta procuraba que él no le hablase. Con Lucía era Clara más expansiva, y Lucía seguía siéndolo siempre con el Comendador.

No lo decía y esquivaba la mirada de don Pablo, porque estaba segura que, si sus ojos se encontraban, entregaría su secreto sin resistencia; y don Pablo la preguntaba, la apuraba, espiando sus gestos, desmenuzando el sentido de sus palabras, cual si sospechara que algo había oculto y no quería mostrársele.