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En vano publicaba Cármenes odas y elegías, nadie las leía; pero la gacetilla más insignificante que pudiera molestar un poco a cualquier vecino, era leída, comentada días y días, y cuando había tiroteo de sueltos o comunicados, los habituales abonados no querían mejor diversión.

SANCHO. La tuya, invicto señor, A Tello en Galicia , Para que, como era justo, Me diese mi prenda amada. Leída y no respetada, Causóle mortal disgusto; Y no sólo no volvió, Señor, la prenda que digo, Pero con nuevo castigo El porte della me dió; Que a y a este labrador Nos trataron de tal suerte Que fué escapar de la muerte Dicha y milagro, señor.

Y siéndolo leida esta declaracion, dijo: no tener mas que decir, añadir ni quitar á lo que lleva declarado; y que esta es la verdad, cargo del juramento lo que lleva hecho. En el que se afirmó y ratificó, y firmó junto con migo en dicha plaza, mes y año. Fermin Villagran. José Maria Prieto.

Ojalá que este bueno o mal gusto no se pierda, que nuestro público no se disipe, sino que persista o se renueve, y que al menos la mejor de nuestras novelas siga leyéndose con agrado la mitad del tiempo siquiera que fue leído el Amadís de Gaula o que fue leída La Diana de Jorge de Montemayor, que casi nadie lee ya porque le falta la paciencia.

Isabel Martí, del arpa, doncella, hija de Rafael Martí, menor, del arpa, negociante de oficio, difunto y de Catalina Pomar su mujer; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cuarenta años, reconciliada y presa segunda vez, por judaizante: salió al Auto en forma de penitente y leída su sentencia con méritos, abjuró de levi: fue gravemente advertida, reprendida, conminada y condenada en doscientas libras y destierro por tres años en una Villa con confinación en el Reino, pena de doscientos azotes.

Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y aun con gritos tal vez. Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera: Reconozco mi delito.

Ana Martí, viuda de Agustín Salvador Cortés, negociante; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cuarenta y nueve años: reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: leída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar, con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta, impenitente negativa.

Nadie, sin embargo, que la hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la satisfacción era sólo de vanidad por verse querida, o también de amor hacia la persona que se empeñaba en enamorarla. Leída la carta, Inesita se levantó de la cama, abrió el cajón de arriba de la cómoda y guardó la carta en él bajo llave.

Esta mañana encontré en mi mesa, entre otras cartas, una sin firma y de letra visiblemente desfigurada, concebida en estos términos: «Va usted a adornar su casa con una obra de hermosa apariencia, pero que ha sido ya leída y estropeada por otro. Sépalo

Y el señor Fermín no vaciló, cuando del mitin y de la declamación periodística, leída en alta voz, hubo que pasar a la excursión por el monte con la escopeta al hombro en defensa de aquella República que no querían aceptar los mismos generales que habían expulsado a los reyes.