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Según se colige de lo que hablaba la multitud, el asunto del sermón había sido la relación entre la Divinidad y las sociedades humanas, con referencia especial á la Nueva Inglaterra que ellos habían fundado en el desierto; y á medida que se fué acercando al final de su discurso, descendió sobre él un espíritu de profecía, que le obligaba á continuar en su tema como acontecía con los antiguos profetas de Israel, con esta diferencia, sin embargo, que mientras aquellos anunciaban la ruina y desolación de su patria, Dimmesdale predecía un grande y glorioso destino al pueblo allí congregado.

Oíd: hace dos años, cuando estuvimos en Balsaín, solía yo bajar de noche, sola, á los jardines. ¡Sola! En el palacio hacía demasiado calor. Acontecía además, para obligarme á bajar al jardín, que... en las tapias había una reja. ¡Ah!

Además, una preciosa mano cuajada de anillos y extremadamente blanca y mórbida, sujetaba su manto cerrado sobre su rostro, sin dejar abierto más que un candil, una especie de pliegue demasiado saliente, para que pudiera vérsela ni un ojo. La noche empezaba á cerrar densamente obscura. El joven empezaba á aturdirse con lo que le acontecía.

¡Ah, don Francisco... don Francisco!..., ¿no me prometísteis anoche que me dejaríais venir á encastillarme contra vos? , es cierto; pero no lo prometí yo. ¿Pues quién fué? Mi amor impaciente. ¿Pero en tan poco me estimáis, que viendo que huyo de vos queréis aún comprometerme? Recuerdo que en la galería obscura me ofrecísteis vuestra casa. Tenía á obscuras la razón; no sabía lo que me acontecía.

Lo último es lo que le acontecía al epicúreo Colignon, que, entre jadeos y sofocos, remontaba periódicamente la cuesta del asilo, atraído por el ascético Belarmino; es decir que caía, sin voluntad, subiendo hacia él. El señor Colignon, bastante avejentado ya, penetra, con sus acompañantes, en el zaguán del asilo; una pieza alongada, de paredes desnudas, con cuatro desvalidas silletas de paja.

Por algún tiempo estuvo Cervantes sin poder darse cuenta de si era persona de este mundo o alma del otro, abatido por la misma grandeza y pesadumbre de lo que le acontecía.

La negra trajo á Dorotea un magnífico manto de terciopelo; la joven se puso algunas joyas, se arregló un tanto los cabellos, y salió. Montiño se quedó solo en la sala sin saber lo que le acontecía. Poco después asomó Quevedo á la puerta. De seguro dijo habéis cometido alguna torpeza, amigo Juan. No por cierto; creo que la torpeza, aunque parezca extraño, viene de vos.

Quedose Cervantes tan turbado por lo que acontecía, tan sin vida y tan sin alma, espantado por aquella tragedia que tenía ante los ojos, tan impensada, tan sin culpa en la intención por él producida, como primera causa de aquel pavoroso efecto, que por algún tiempo más que hombre fue una estatua.

Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles de matices pálidos.

Si la labor sedentaria, la viciada atmósfera, el alimento frío, pobre y escaso, eran parte a que en la Fábrica hiciesen estragos anemia y clorosis, el individuo que lograba triunfar de estas malas condiciones ostentaba doble fuerza y salud. Así le acontecía a la Tribuna. Como era día festivo, Baltasar no la esperó a la salida de la Fábrica, sino en la Olmeda, a corta distancia de su casita.