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Yo me sometería, , tomaría todas sus ideas, pero naturalmente con la condición de que él pensara primero como yo... Se interrumpió y mirando a los novios como escandalizada: ¡Ah, qué ridículos me parecen esos novios! Siguió hablando así, con extraña volubilidad, sin pensar en Muñoz ni en las cosas que decía, llevada por el sólo deseo de aturdirse.

Puedo hacer lo que guste y no tengo que dar cuenta de mis acciones... Además, cuando se tiene el corazón destrozado, hay que aturdirse, olvidar, y yo tengo derecho a todo... a todo, ¿lo entiende usted? para olvidar que he sido muy desgraciado. Le encantaban sus palabras, pero no pudo seguir. ¡Qué calor!

Y mentalmente pensaba: ¡No sospecha que es de ese pasado de lo que vivo! ¡Ah! si pudiera tenerla así a mi lado, libre todavía! Para aturdirse, buscó algún recuerdo que evocar: ¿Y aquel gran látigo que usted se había procurado para pegarme mejor cuando jugábamos a los caballos? Usted decía que pegando fuerte tenía aire de verdadero cochero. ¡Oh!

Además, una preciosa mano cuajada de anillos y extremadamente blanca y mórbida, sujetaba su manto cerrado sobre su rostro, sin dejar abierto más que un candil, una especie de pliegue demasiado saliente, para que pudiera vérsela ni un ojo. La noche empezaba á cerrar densamente obscura. El joven empezaba á aturdirse con lo que le acontecía.

Este joven sentimental y amante del saber se cansó de devorar en silencio aquel amor único y procuró ser veleidoso, aturdirse, y esto último poco trabajo le costaba, porque nunca se vio hombre más aturdido que él en cuanto una mujer quería marearle con una o dos miradas. ¡Todos, todos empeñados en que era un cartujo! Esto le desesperaba.

Tal vez era por inconsciencia, tal vez por un ansia de aturdirse pidiendo al azar las ilusiones del alcohol; pero la bolita de marfil giraba sin descanso en numerosas ruletas, los naipes no cesaban de caer en doble fila sobre las mesas del «treinta y cuarenta», la aglomeración en torno de los tableros verdes iba en aumento.

Mi padre que no era mejor tratado que yo, soportaba estos ataques con una paciencia que me parecía meritoria de su parte; pero tomó la costumbre de vivir más que nunca fuera de casa, sintiendo según me decía, la necesidad de distraerse, de aturdirse sin cesar.

A partir desde aquel día, el movimiento de París nos envolvió y fuimos arrastrados por aquel torbellino en el cual corren riesgo de aturdirse las cabezas más fuertes y tienen muchas probabilidades de naufragio los corazones más firmes.

Acabaron de aturdirse en su presencia, y huyeron a la desbandada; mas el animal, «a una quiero y a la otra la dejo», hartóse de romper vestidos; y sabe Dios qué más hubiera roto, si a los gritos y a los ladridos no hubieran acudido algunas personas que ahuyentaron a palos a la fiera, y condujeron al pueblo a las inocentes criaturas, bien merecedoras del susto que pasaron si se les toma en cuenta lo que hicieron padecer a la pobre descalabrada.

En Paris se satisfacen todos los gustos, todos los deseos, porque se da culto al placer y se ha estudiado hasta la perfeccion la manera de aturdirse en lo frívolo. Los cafés y restaurants de Paris no pueden contarse, tan fabuloso es su número.