United States or Philippines ? Vote for the TOP Country of the Week !


Empezaron el viernes al anochecer, y aún estaban los tres en sus silletas de cuerda el domingo por la tarde, jugando la centésima partida de truque, con el jarro de aguardiente sobre la mesilla de cinc, dejando sólo las cartas para tragarse las sabrosas morcillas que daban gran fama al tabernero Copa por lo bien que sabía conservarlas en aceite.

Veinte años hace que Espartero y Cabrera inmortalizaron con sus asentaderas esas rústicas silletas de una choza, y todavía España está esperando la libertad y el gobierno sinceramente constitucional que debieron surgir del famoso convenio de Vergara.

Lo último es lo que le acontecía al epicúreo Colignon, que, entre jadeos y sofocos, remontaba periódicamente la cuesta del asilo, atraído por el ascético Belarmino; es decir que caía, sin voluntad, subiendo hacia él. El señor Colignon, bastante avejentado ya, penetra, con sus acompañantes, en el zaguán del asilo; una pieza alongada, de paredes desnudas, con cuatro desvalidas silletas de paja.

Si los bancos ó silletas estaban ocupados, nunca faltaba lugar para los que iban llegando; los cumplimientos y saludos llovian, todo el mundo se acomodaba como podia, y las familias fraternizaban en derredor de una mesa comun. Al aplicarse la granizada de besos, saludos y apretones de manos, todos los recien llegados llamaban á los sirvientes por medio de signos convencionales.

Doña Manuela marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas, sentadas en silletas de esparto, teniendo en el regazo la mugrienta balanza, y sobre los cestos, colocados boca abajo, las frescas verduras.

La mujer y las hijas del arruinado labrador fuéronse con unas vecinas á pasar la noche en sus barracas. El tío Barret se quedó allí, bajo la vigilancia de Pimentó. Permanecieron los dos hombres hasta las diez sentados en sus silletas de esparto, á la luz del candil, fumando cigarro tras cigarro. El pobre viejo parecía loco.

Mariano, el Tato y un pertiguero que también vivía en el claustro eran los que con más frecuencia encontraba Gabriel sentados en las desvencijadas silletas del zapatero, tan bajas, que podían tocar con las manos el suelo de ladrillos rojos y polvorientos.

Al alejarse este peligro cesaron de sonar los instrumentos. Febrer vio al Cantó que se apoderaba del tamborcillo, sentándose en el espacio libre que antes ocupaban los bailarines. Las gentes se agruparon en semicírculo frente a él. Las respetables matronas avanzaban sus silletas de esparto para oír mejor.

Tenía en ella unas cuantas silletas para sentarse y las hollinadas paredes adornábalas con papel recortado del que se emplea en los vasares de las cocinas, formando multicolores tapices, que daban a su tabuco un sabor oriental, en armonía con la cara obscura de los habitantes. La Teodora era la mujer más sabia de su raza.

Debajo de aquel vasto pabellon de verdura se destacaban numerosas mesas de diversos tamaños, unas rústicas y extensas, rodeadas de bancos análogos, y otras algo más decentes y pequeñitas, honradas con una cohorte de silletas. En una de las pequeñitas hicimos servir nuestra comida, aprovechándonos del sans façon que reinaba entre los numerosos grupos del patio.