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Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida.

Después, sentándola sobre sus rodillas, le dijo: Mira, Luisa; hace ahora doce años que te encontré un día en medio de la nieve; ¡estabas completamente amoratada, pobre niña! Y cuando estuvimos en la barraca, cerca de un gran fuego, y poco a poco fuiste volviendo, lo primero que hiciste fue sonreírme. Desde entonces no he tenido otra voluntad que la tuya.

Ya lo veis, señor cura... porque nosotras también hemos conocido días crueles, porque Bettina recuerda haber puesto la mesa en nuestro pequeño comedor de un quinto piso en New-York, nos encontraréis siempre prontas a socorrer a los que están, como estuvimos nosotras, en presencia de las dificultades y los dolores de la vida... Y ahora, señor Juan, ¿queréis perdonarme mi largo discurso y ofrecerme un poco de esa crema que parece excelente?

En cuanto estuvimos instaladas en su saloncillo, Genoveva me puso en la mano las cartas en cuestión, y después, quitándome prestamente la corbata, me puso al cuello un delicioso lazo, obra maestra de sus primorosos dedos. Es mi aguinaldo me dijo, abrazándome con todo su corazón. Te deseo un buen año y... un alma hermana...

»Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales el renegado, hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada, a reducirse por medio de la Santa Inquisición al gremio santísimo de la Iglesia; los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor le pareció; solos quedamos Zoraida y yo, con solos los escudos que la cortesía del francés le dio a Zoraida, de los cuales compré este animal en que ella viene; y, sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y no de esposo, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, o si alguno de mis hermanos ha tenido más próspera ventura que la mía, puesto que, por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida, me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara.

Allí estuvimos cinco dias, y proveimos nuevamente nuestro navio de pan, carne, agua y otras vituallas, y cosas necesarias á los navegantes. De la navegacion desde las islas Verdes hácia el Brasil.

Deseo vivir y espirar en medio de este vasto panorama: ¡ay! ¡ojalá que al cerrar mis párpados el dedo de la muerte haya quien me sepulte al margen de esos rios bajo la copa de esos álamos frondososEstuvimos por unos instantes en silencio.

Cuatro años estuvimos en aquel pueblo, pero nuestro Adelantado D. Pedro de Mendoza , se hallaba tan enfermo que no podia mover pié ni mano: por lo cual, así como por haber gastado mas de 40,000 ducados efectivos en esta jornada, se volvió á Buenos Aires en dos de los cuatro bergantines, con 50 soldados, y desde allí á España: donde no llegó, por haber muerto miserablemente á la mitad del camino; y en su testamento mandó se enviase mas gente al Rio de la Plata, con bastimentos, mercaderias y otras cosas necesarias, como lo habia ofrecido antes de partir.

El mar parecia un monstruoso leon, sacudiendo su crespa melena, ó un gigantesco pez revolcándose sobre el abismo para hacer brillar al sol sus escamas como montes, ó mostrar sus hondas arrugas momentáneamente oscurecidas. Después, el día 28, estuvimos en plena tempestad.

Volviéronse á juntar los 14 navios de toda la armada, y empezó á navegar; y al cabo de dos meses llegó á una isla despoblada de seis leguas de ancho y largo, distante 500 leguas de Santiago, en que solamente habia pájaros, pero en tanta multitud, que los matabamos á palos: estuvimos en ella tres dias.