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Usted mismo me ha puesto al corriente de sus aventuras. Vamos, amigo mío, seamos francos. ¿No me dijo usted mismo que pensaba llevársela a Malta? Lord Gray sonrió. Yo no he dicho eso exclamó vacilando. Usted... usted mismo. Y yo prometí ayudarle en la empresa, a cambio de su auxilio para matar a mi aborrecido rival Currito Báez. Es verdad dijo riendo . Bien, amigo mío.

Me hace daño vería entre aquellas mujeres sucias y enfermas, no poder hablarla con libertad. Me miran todas, como si fuese un animal extraño. La monja me molesta. Calló un instante, y luego añadió con expresión de vergüenza, empañándose sus ojos de lágrimas: No puedo ir con las manos vacías: la pobre desea flores... se las prometí.

Lo prometí, pues, pero no me atreví a cumplir mi promesa. »Una o dos veces me encontré a solas con el Duque, que me preguntaba: »¿Vas comprendiendo la lengua alemana? »Acordábame entonces que mi tío no comprendía una palabra de ella; esta convicción me daba un gran valor, y contestaba brevemente y en tono resuelto: », mi querido tío; la comprendo perfectamente.

»Le las gracias por sus atenciones y le prometí responderle el mismo día fijando la fecha de mi partida. »Volví a casa muy preocupado, no sabiendo cómo darle a Magdalena tal noticia.

», accediendo a mis súplicas contestó Teobaldo, hizo esta declaración para que usted se conservase casta y pura en la estimación pública; y yo separé de su frente el escándalo y el oprobio... ¿sabe usted con qué condición? ¿Sabe si prometí, en su nombre, que la mano de usted jamás se uniría a la de su cómplice? »¿Exigió usted eso? pregunté, con voz temblorosa.

Díjome algunas palabras duras. Prometí amarle con más vivo cariño si me volvía a mi casa. Viendo que no accedía a mis súplicas, grité, acudió la señora anciana, diciendo que la vecindad se había alarmado y que nos fuéramos a otra parte. Irritose lord Gray y amenazó a aquella señora con ahorcarla. Después pareció conformarse con mi deseo, y dándome mil quejas llevome sin dilación a mi casa.

Bien me dijo, te permito leer a Walter Scott; sin embargo, yo mismo lo reeleré para hablar de ello contigo, pero prométeme no volver a hacer más travesuras. Se lo prometí de todo corazón, y desde entonces tuvimos nuevo asunto para discusiones y porfías, porque naturalmente, nunca fuimos de la misma opinión.

Antes de diez minutos respondió Leto . Ya estamos casi en la explanadita en que hemos de comer; a poco más de veinte varas a la derecha está lo que buscamos. Por supuesto, que traerá usted los dibujos de ello, que le encargué anoche. Como lo prometí respondió Leto señalando uno de los bolsillos de su americana. ¿Quiere usted enseñármelos? le preguntó Nieves. ¿Ahora mismo?...

Quizás por mucho tiempo no oigáis hablar de ; quizás disfrutéis la inefable satisfacción de creer que he muerto; pero en la obscuridad y lejos de vos, yo me ocuparé de lo que me pertenece. ¿Quién es el culpable, vos o yo? Cuando supe en Madrid que habíais recogido a nuestra hija después de largo abandono, os prometí legitimarla por subsiguiente matrimonio, como correspondía a personas honradas.

Yo le supliqué que lo dejase, poniéndole por delante que si los niños olían poeta no quedaría troncho que no se viniese por sus pies tras nosotros, por estar declarados por locos en una premática que había salido contra ellos, de uno que lo fue y se recogió a buen vivir. Pidióme que se la leyese si la tenía, muy congojado. Prometí de hacerlo en la posada.