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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Y acontecía, que habíase olvidado Cervantes de Margarita como si nunca la hubiese visto, y que para su corazón y su memoria no existía otra cosa que la muerta doña Guiomar. Entretúvose don Juan de Austria en Messina con las grandes fiestas que en honra suya se hicieron, y otrosí, ordenando y acabando de aprestar su armada, hasta que esta zarpó el día 5 de Setiembre.

Uno de los de a pie, puesto un dedo en la boca, en señal de que callase, asió del freno de Rocinante y le sacó del camino; y los demás de a pie, antecogiendo a Sancho y al rucio, guardando todos maravilloso silencio, siguieron los pasos del que llevaba a don Quijote, el cual dos o tres veces quiso preguntar adónde le llevaban o qué querían; pero, apenas comenzaba a mover los labios, cuando se los iban a cerrar con los hierros de las lanzas; y a Sancho le acontecía lo mismo, porque, apenas daba muestras de hablar, cuando uno de los de a pie, con un aguijón, le punzaba, y al rucio ni más ni menos como si hablar quisiera.

Algo extraordinario le ocurrió que acontecía, e interrogó al amanuense que con una presteza suma le contestó: Ha venido, doctor, un señor de edad, acompañado de una niña. Dijo que quería confiarle un asunto. Yo le dije que volviese a las doce y media. El amor propio le impidió abrazar al amanuense. ¡Un cliente! ¡Ya le parecía que la fortuna estaba en su mano!

Esto me parece tan extravagante como lo que he oído decir que acontecía hace un siglo entre nosotros, cuando, al ponerse en escena El maestro de Alejandro, salía Aristóteles vestido de abate, con casaca, chupa, espadín, zapato de hebilla y capita veneciana.

No cuanto tiempo después de haber logrado conciliar el sueño, rasgó el silencio de aquella noche tal grito de terror, que sigue y seguirá retumbando en mis oídos, mientras yo viva. Lo oyó mi mujer y despertó asustada; lo oyeron los sirvientes todos, y en breves momentos, los claustros fueron poblándose de sombras, que inquirían con voces de miedo qué acontecía.

Estas explosiones de un carácter violento, tenían algún valor y aun servían de consuelo á la madre, puesto que por lo menos revelaban cierta seriedad comprensible en aquella manera de sentir, lo que no acontecía con los caprichos fantásticos que tantas veces la llenaban de sorpresa y que no acertaba á explicarse en algunas manifestaciones de su hija.

El duque acabó de aturdirse, y como siempre que esto le acontecía, mandó llamar á su secretario. Pero antes de que éste llegase, tuvo gran cuidado de guardar en su ropilla la carta de la duquesa de Gandía. A poco entró en el despacho del duque un hombre como de treinta á treinta y cuatro años.

Si por acaso algo de esto acontecia á los ausentes, á su vuelta indagaban inmediatamente cuál era la culpable que les habia acarreado tal fracaso; y muy á menudo tocábale en suerte á la inocente el ser maltratada, ó verse cuando ménos obligada á divorciarse; empero, como el celibato era una cosa vergonzosa, ámbos esposos volvian desde luego á contraer matrimonio.

El techo, obscuro, de pino, tallado profundamente, según el gusto del Renacimiento, estaba, á causa de su altura, casi perdido en la sombra, que no alcanzaba á disipar la insuficiente luz del velón; acontecía lo mismo respecto á las paredes que, veladas por una penumbra opaca, hacían aparecer de una manera extraña y descompuesta las figuras de los cuadros; y el fuego brillante de un brasero colocado á cierta distancia, en la sombra, contribuía á dar cierto aspecto fantástico y siniestro á aquella silenciosa cámara, en la cual no se veía de una manera determinada más que el plano de la mesa en que estaba el velón, parte de la pared, en que proyectaba una sombra fuerte la pantalla, y medio cuerpo de la duquesa, con su toca blanca y su vestido negro, leyendo en silencio y con una atención gravísima.

El padre Aliaga salió del alcázar inmediatamente después de haberse turbado de una manera tan extraña, por el tío Manolillo, el almuerzo de la reina. El confesor del rey estaba aturdido con lo que le acontecía. El bufón había llegado á hacerse para él un gigante. Aquel hombre había leído en su alma. Aquel hombre había visto su fondo tenebroso.

Palabra del Dia

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