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Dos días después los partidarios de la poderosa casa ducal de Medina Sidonia, se alzaban contra los comuneros triunfantes, y el capitán Valencia de Benavides asaltaba el Alcázar, derrotaba á las fuerzas de Figueroa y hacía á éste prisionero después de reñido combate, donde hubo más de siete muertos y cuarenta heridos de gravedad.

En tal coyuntura, el poderoso D. Pedro Maldonado y Pimentel, creyendo que los victoriosos amotinados no podían hacer nada bueno en Salamanca, y se lucirían muchísimo yendo en auxilio de los Comuneros, formó con ellos una crecida hueste, y los llevó á luchar contra los imperiales.

En vano se nos hablará de la dinastía austríaca que ha gobernado nuestra España con las formas del absolutismo: nuestros ilustres comuneros de Castilla, combatiendo los primeros del mundo en batalla campal contra la tiranía de los Reyes, son una soberbia y altiva protesta que nuestro carácter escribió en los campos contra todo lo despótico.

Entonces era absolutista decidido; pero la Jura de la Constitución por Fernando en 1820 le hizo variar de opiniones hasta el punto de llegar á alistarse en la sociedad de los Comuneros y formar pandilla con los más exaltados.

Alcira como un jardín flotante, ostenta sus tres torres entre dos brazos del rio Júcar, sobre el cual existe todavía el puente romano por donde pasaban los ejércitos de César. Es famosa en la historia la resistencia tenaz que le opusieron á Cárlos V los comuneros alciranos, que les costó la pérdida de sus fueros.

Fueron entonces condenados á muerte los principales cabecillas ó jefes de Comuneros; pero como el D. Pedro Maldonado Pimentel tuviese parentesco con el famoso Conde de Benavente, consiguióse que el otro Maldonado, conocido por el de la calle de los Moros, muriese en lugar suyo con Bravo y con Padilla, cual si este bárbaro ardid pudiera deslumbrar á la opinión pública..... ni aun en tiempos en que no había periódicos.

La estera, la cómoda, los muebles, desecho glorioso de la anterior generación de Aransis, y sobre todo las múltiples láminas de santos y vírgenes, la estampa de los Comuneros y otros grabados de ilustraciones, pegados en la pared con graciosa confusión, la ocuparon todo el tiempo que allí estuvo.

Dicho se está, por tanto, que salió á relucir el funestísimo día 21 de Agosto de 1520, en que Medina del Campo fué quemada por el alcalde Ronquillo y por el capitán Fonseca, á consecuencia de haberse resistido sus moradores á entregarles la artillería para combatir á Segovia, alzada en favor de los Comuneros, y que recordamos también aquella hermosa carta, escrita con tal motivo por los Segovianos á los Medinenses, en que se leen estas sublimes frases dignas de la antigua Musa de la Historia: «Nuestro Señor nos sea testigo, que si quemaron desa villa las casas, á nosotros abrasaron las entrañas, y que quisiéramos más perder las vidas que no se perdieran tantas haciendas.

Y ¡qué escenas localiza en aquel sitio la imaginación! ¡Qué fondo aquel para un lienzo que representase el célebre motín en favor de los Comuneros, ó las sangrientas riñas á que dió ocasión D.ª María la Brava, ó una de aquellas temerarias revueltas contra los Franceses, coronadas luego de gloria por la batalla de Arapiles!

Sabido es lo que eran las córtes en España bajo la casa de Austria. La guerra de los comuneros habia sido la última llamarada deslumbradora de la antigua representacion nacional: despues de ella nada quedó del principio democrático, nada de la independencia nobiliaria, nada del predominio del alto clero.